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Pues me encontré a mi perseguidor hablando familiarmente con el Padre. Quise aguardar desde lejos a que terminase aquella plática, y el Padre me vio, y me dijo: ¿Qué se le ofrece a usted, señorita doña Manuela? No deje de hablarme ni se retraiga porque vea aquí a este caballero. El, su madre y otros individuos de su ilustre familia, son amigos míos de toda la vida.

Redoblan, en aquella hora del despertamiento general, sus acostumbrados dislates, hablan más alto, ríen más fuerte, se arrastran y se embrutecen más; algunos rezan, otros se admiran de que el sol haya salido de noche, aquel responde al lejano canto del gallo, este saluda al loquero con urbanidad refinada; quién pide papel y tinta para escribir la carta, ¡la indispensable carta del día!; quién se lanza a la carrera, huyendo de un perseguidor que aparece montado en el caballo del día, y todo aquel carnavalesco mundo comienza con brío su ordinaria existencia.

Corrió Rojas, pero antes de llegar al sitio de la caída, vió cómo el gaucho se incorporaba, sacando un segundo revólver del cinto, sin dejar de oprimir con el otro brazo á Celinda. Así esperó, con aire amenazante, que se aproximase su perseguidor.

Desenredarse del chal haciéndolo jirones, y lanzarse a la puerta y a la escalera en seguimiento de la fugitiva, fueron acciones simultáneas en don Pedro. Saltó impetuosamente los peldaños, precipitándose en el corredor a tientas, guiado por su instinto de perseguidor de alimañas ágiles, que oye delante de el apresurado trotecillo de la hermosa res. En una revuelta del pasillo le dio alcance.

Su tenaz y perseverante perseguidor, hombre un tanto machucho, como cuadraba con la dama, pasaba en Pilares por arbitro de las elegancias y ocupaba el lugar más distinguido en la política local. Era vicario del duque de Somavia, el cacique de la jurisdicción, que se pasaba la vida en Madrid. La vicaría o representación no se limitaba solamente a los asuntos de la política de campanario.

No crecía menos amenazante como castigo de la Europa pervertida la barbarie otomana. El imperio Tártaro-Mongol, perseguidor del islamismo, que por mano del formidable Genghiz-Khan habia desgarrado las páginas del libro de Mahoma, y que habia coadyuvado á la grande obra de los cruzados de Occidente, abandonaba los destinos del mundo oriental.

Acabó por sentirse cohibido delante de esta señora que examinaba el salón como si fuese á quedarse en él para siempre. Freya se interesó unos momentos por la peluda fealdad de Tòni. Era un verdadero mediterráneo, tal como ella se los imaginaba: un fauno perseguidor de ninfas. Ulises rió de los elogios dirigidos á su segundo.

Al ponerse a tiro nuestro perseguidor, izó la bandera inglesa, y, sin más preámbulos, no soltó una andanada, que hizo caer sobre la cubierta de El Dragón una verdadera lluvia de pedazos de madera, de poleas y de cuerdas. Una de las velas se rajó en dos pedazos y cayó echa un montón de pingajos, con un trozo de astilla que dió en la cabeza a uno de nuestros hombres y lo dejó muerto.

Y finalmente corria por entonces cierto rumor, que habiendo vuelto los exploradores de Yapeyú, los cuales rio abajo vigiaban los movimientos de los españoles, habian dicho, sin asegurarlo, que aquel su perseguidor habia sido llevado á Lima, nande moangeio hare ogucrhaima Lima yape. Se espera mas cierta noticia de esto.

Pues bien, De-Hinchú, mirando casualmente la galera, después de revisado el discurso, vio el nombre de su principal perseguidor, y como es natural, imaginó que era de él la frase que se transcribía.