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Quilito, con la cara muy afligida, dijo que los había gastado en muchas cosas, en muchísimas cosas, en libros, por ejemplo... Bien está, le prestaría los dos pesos, pero con la condición que no había de tirarlos de mala manera. Y mientras el joven intentaba hacerla dar unas vueltas de vals, en señal de regocijo, ella le espetaba el sermoncito con que solía sazonar sus dádivas.

Blanda coraza que se presta y se pliega, cediendo sin ceder del todo. Fué una revolución análoga á la de Gustavo Adolfo cuando aligeró á sus soldados de las pesadas armaduras de hierro, cubriendo el pecho con una coraza de sólido cuero de camello, aunque poco pesado y suave. Revolución atrevida, pero prudente.

Sabe Dios si amor me esfuerza Que mi buen intento tuerza; Pero ya el mundo trazó Estas leyes, a quien yo He de obedecer por fuerza. Sale FELICIANA. FELIC. Perdona, hermano, si soy Más piadosa que quisieras. Espera, ¿de qué te alteras? D. TELL. ¡Qué necia estás! FELIC. Necia estoy; Pero soy, Tello, mujer, Y es terrible tu porfía.

Quería dormir, pero al mismo tiempo el deseo de dejar bien claras las cuentas le hizo continuar sus explicaciones mentales.

Godfrey, como todos los demás, pasó el tiempo en recoger y discutir las noticias y en ir a visitar las canteras. La lluvia había hecho desaparecer toda probabilidad de distinguir los pasos; pero un examen minucioso del sitio había hecho descubrir, en dirección opuesta a la aldea, una caja de yesca medio enterrada en el lodo y que contenía un eslabón y un pedernal.

Si antes me lo hubiese usted dicho, antes hubiese yo venido aquí con el señor, que es un médico de los pocos, y que en un dos por tres se la va a usted a poner buena. Pedro Santaló se levantó bruscamente, se adelantó hacia Stein; quiso hablarle; pero de tal suerte estaba conmovido, que no pudo articular palabra y se cubrió el rostro con las manos.

Levantose la sesión, y salimos todos, oyendo a nuestro paso las opiniones del público sobre el suceso que había puesto fin al solemne día. Casi todos decían: ¡Ese testarudo vejete no ha querido jurar! Pero el juramento con sangre entra. Que lo cuelguen. No acatar el decreto que se llamará de 24 de Setiembre, es dar a entender que las Cortes son cosa de broma.

Era un islote de dos o tres kilómetros de extensión, propiedad de don Mariano de Elorza, que sólo la utilizaba para cazar de vez en cuando y traer de allá todos los años algunos centenares de huevos de gaviota. Estaba cubierta a trechos de pinos, pero en su mayor parte vestida de tojo, donde las liebres y los conejos tenían su guarida.

Yo nací para que no me amen como yo quisiera.... Pero no importa, no importa; esta es la ley. Nosotros a ellos; ellos a los suyos o a las vanidades del mundo. ¡Cosa rara! ¿Por qué no sonaría mal La Traviata en la iglesia? Aquello debía ser una profanación... y no lo era.

Barragán, dando un salto, gritó: «¡Socorro!» y se abalanzó a la puerta; pero viendo que sus enemigos le cerraban el paso retrocedió velozmente, se dejó caer sobre la puerta vidriera de la alcoba, que se abrió con rotura de algunos cristales, y pudo ganar la de escape que comunicaba con el corredor. ¡Socorro, que me asesinan!