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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Más de una hora permanecimos admirando custodias, cálices, atriles, estatuas y toda clase de joyas, cuyo interés acrecentaban los eruditos informes del canónigo. Súbitamente, dejé escapar un grito de sorpresa. ¡Allí, delante de mis ojos, encerrado dentro de una vitrina y posado dentro de una peaña de oro, se hallaba un pájaro idéntico a mi visitante de aquella mañana!
Más de un minuto permanecimos unidos, abrazados; pero aun entonces, a pesar de su hermosura y de las circunstancias en que nos hallábamos, apelé a mi honor y a mi conciencia. Flavia dije con voz tan alterada que no parecía la mía, has de saber que no soy... Elevábanse sus ojos hacia mí cuando oímos, pesados pasos en el enarenado sendero del jardín y un hombre se detuvo ante el abierto balcón.
Rodeé la cintura de Sarto con mi brazo y sosteniéndole le hice salir del sótano, cuya destrozada puerta cerré lo mejor que pude. Permanecimos en el comedor, sentados y silenciosos unos diez minutos. Después el viejo Sarto se frotó los ojos, dio un profundo suspiro y pareció recobrar su calma habitual.
La comisión cumplió su encargo, embarcando en Mauban, en 20 bancas y 1 pontín, el Real Tesoro, que pesaba unos 700 quintales. A los pocos días se encontraba toda la plata en poder del justiciero y valiente magistrado. Dos días permanecimos en Mauban, y al terminar aquellos emprendimos el camino de Lucban.
Permanecimos breves instantes en silencio. Cesó el clamor callejero, pero oímos rumor de voces y pasos en la antecámara. Empecé a hablar sobre diversos temas, y al cabo de algunos minutos me pregunté qué se habría hecho del Duque.
Después que bajó el telón permanecimos en el mismo sitio y me obligó a contarle mi vida y milagros, cuántas novias había tenido, a quién había querido más, etc., etc. Ya comprenderá usted que necesité ensartar un sin fin de patrañas. Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente que todos los hombres eran ingratos.
»Terminábamos nuestra vuelta cuando él nos salió al paso y examinando a su hija vio con satisfacción que había soportado muy bien la fatiga de aquel pequeño esfuerzo; pero, aunque ella, se empeñó en dar otra vuelta, el doctor fue inflexible y la obligó a sentarse nuevamente. »Permanecimos en el jardín hasta las tres de la tarde.
Cuando volvimos adonde estaba Mabel, la encontramos durmiendo tranquilamente, postrada por la fatiga. Entonces persuadí a su padre de que se quedara en mi casa aquella noche, con el fin de que la pobre niña pudiese descansar, y, como consintiera, nos volvimos al comedor, donde nos sentamos a fumar y permanecimos varias horas conversando.
Una especie de grito de angustia se escapó de los labios de Magdalena y sin pronunciar una palabra, puestos los codos sobre el balconcillo que nos separaba del abismo, sintiendo que la enorme torre oscilaba bajo nuestros pies a cada embate del viento, atraídos por el inmenso peligro y como solicitados desde abajo por el clamor de la marea que iba subiendo, permanecimos largo tiempo en el más grande estupor, semejantes a personas que teniendo los pies apoyados en la frágil vida, un día, por milagro, corrieran la nunca oída aventura de mirar y de ver el más allá.
Broom, nos ofreció una cordial hospitalidad y un confortable almuerzo, en las pocas horas que permanecimos en Laguimanoc. Allí estuvimos hasta las tres de la tarde, en que nuevamente volvimos á los botes para seguir á Calilayan, en donde debíamos pernoctar.
Palabra del Dia
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