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Actualizado: 3 de julio de 2025
En el centro de la estancia una lámpara de bronce, pendiente del techo por una cadena, derramaba luz más viva, clara e intensa que la producida por la combustión de la cera y del aceite. Casi debajo de la lámpara había un atril y en el atril un gran libro manuscrito en pergamino. El Padre Ambrosio se acercó al libro y dijo: Esta es la Alegoría de Merlín.
Dejó caer los pinceles, y reclinando su tonsurada cabeza sobre los brazos, empezó a sollozar amargamente. Sus lágrimas cayeron sobre el pergamino, manchándolo lastimosamente y haciendo más borrones en sus malogrados dibujos. ¡Cuántos días pasó Fray Baltasar en aquel amargo estado de ánimo! ¡Cuántas noches sin pegar los ojos!
Pero ven acá, doctorcillo mío, y déjame explicarte lo que tengo en mientes. Has de saber que no sólo necesitamos soldados y ballestas. En primer lugar, por cada pergamino que se ve en Inglaterra hay que escribir ó descifrar veinte en Francia.
Con la marcha del estudiante acababan en casa de los Luna las veladas, en las que el campanero, el pertiguero, los sacristanes y demás empleados del templo escuchaban la voz clara y bien acentuada de Gabriel, que les leía como un ángel, unas veces las vidas de los santos, otras los periódicos católicos que llegaban de Madrid, y en ciertas noches un Quijote con tapas de pergamino y ortografía anticuada, venerable ejemplar que había pasado en la familia de generación en generación.
La de ellos constará acaso en antiguos pergaminos, pero la mía consta en documentos fehacientes, redactados veinte siglos antes de que el pergamino se inventase, y muchos más siglos antes de que en Austria se usara y se contara entre los recados de escribir. Ámame, repito, y ten fe y esperanza en mi amor. No necesitas buscarme, sino aguardarme.
Hasta ahora sólo he hablado de lo material: del papiro, del papel, del pergamino, de la tinta y de las paletas en que se desleía la tinta, allá en tiempo de los Faraones anteriores á Moisés. Veamos ahora algo de lo que los manuscritos contienen.
Con todo, no vale la pena una aristocracia inofensiva ó puramente titular de hacer tanto ruido y de empeñarse en conservarla legalmente. Mejor sería que su valor se estableciese por la opinion fundada en la libertad. Como quiera que sea, la aristocracia española es realmente un pergamino viviente.
Venerables libros de piel con dorados suaves, infolios de blanco pergamino, se abrían al caer en el suelo, rompiéndose sus nervios, esparciendo una lluvia de páginas impresas ó manuscritas, de amarillentos grabados, como si soltasen la sangre y las entrañas, cansados de vivir. El escándalo de estas guerras de conquista atrajo la intervención de doña Cristina.
Ahí dentro tengo una Vida de San Vicente Ferrer, mi ilustre patrón, al que con motivo llama su panegirista «el San Pablo español». No se imagine que es un librillo de los de ahora, sino un volumen con tapas de pergamino, impreso hace siglos, y su autor es el reverendo padre Valdecebro, varón de gran fama por las obras que escribió sobre la vida de los animales... Pues el padre Valdecebro cuenta que la madre del santo, cuando estaba en su embarazo, sentía grandes inquietudes y miedos por lo desmesurado de su vientre y los ruidos que hacía la criatura.
Belarmino descabalgó su Clavileño y entregó al Padre Alesón un gran volumen, en cuarto mayor, aforrado en pergamino. Ya lo he leído. Me ha sido muy instrumental. Vaya, me alegro.
Palabra del Dia
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