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Actualizado: 20 de junio de 2025


El Duque, que había comenzado a enumerar las ventajas de que los españoles estábamos dotados, no acababa de salir del contorno, de la luz, del color, se perdía en disquisiciones pictóricas que los comensales escuchaban con los ojos muy abiertos, sin comprender, moviendo con pereza las mandíbulas. Pero sin dejar de hablar atendía a Venturita.

Una tras otra, el toro probó sin resultado su esfuerzo inteligente: el chacarero, dueño feliz de la plantación de avena, había asegurado la tarde anterior los palos con cuñas. El toro no intentó más. Volviéndose con pereza, olfateó a lo lejos entrecerrando los ojos, y costeó luego el alambrado, con ahogados mugidos sibilantes. Desde la tranquera, los caballos y las vacas miraban.

La curiosidad y la pereza son bastante generales. No es posible dar un paso en la calle sin que las graciosas caras femeninas y las de las viejas noveleras asomen en las ventanas, las celosías y rejas de fierro, atisbando al forastero que pasa. En eso concuerdan las costumbres canonicales de la España católica con las dulzuras de la pereza oriental.

Razones que confirman lo dicho sobre el orígen de la pereza.

Las mas de las veces, no tenemos verdadera voluntad, sino veleidad; quisiéramos, mas no queremos, quisiéramos, si no fuese preciso salir de nuestra habitual pereza, arrostrar tal trabajo, superar tales obstáculos, pero no queremos alcanzar el fin á tanta costa; empleamos con flojedad nuestras facultades, y desfallecemos á la mitad del camino. Firmeza de voluntad.

La vanidad, porque de esta suerte se adquiere la reputacion de sabio; la pereza, porque es harto mas trabajoso el fijarse sobre una materia y dominarla, que no el adquirir cuatro nociones generales sobre todos los ramos. Se ponderan de continuo las ventajas de la division del trabajo en la industria, y no se advierte que este principio es tambien aplicable á la ciencia.

Ramiro, entonces, con voz amenazadora y más fuerte, repitió: ¡Por el amor de Dios, dadme un poco de pan! Pero el desconocido, sujetando apenas la mula, contestó secamente: Mejor sería ir a ganalle con vuestros brazos. ¿Pensáis acaso que esa roñosa pereza borra crímenes y perjurios?

Prueba es ésta de que al fin te resolviste a dejar tu pereza y flojedad, y que adelantando con el ansia y sed laudable de ahora la desaplicación pasada, vas a poner la última mano a tus estudios, ganando a un tiempo gloria y provecho. Catur, ¡cuánto me agrada la resolución tuya!

Vino el señor cura y le dijo ella en voz baja: «Comprendo que deseo la muerte más de lo que debiera, porque me siento perfectamente preparada y llena de fe, como no creo poder estarlo nunca más; si mi vida se prolonga, tendré que volver a empezar estos preparativos y temo... ¿Será pereza, señor cura? ¿me perdonará Dios estos deseos

Así es que hay á veces una pereza de pensar y aun de querer, tan poderosa como la de hacer cualquier trabajo corpóreo. Y es de notar que estas dos clases de pereza no siempre son simultáneas, pudiendo existir la una sin la otra.

Palabra del Dia

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