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Actualizado: 18 de junio de 2025
El cuadrado sombrero y el flotante paleto, que parecía una sotana, fueron remontando lentamente la escalera, con acompañamientos de golpes de bastón en cada peldaño. ¡Buenos días, tío...! Viose por fin desde el rellano la cara de don Juan, animada por su falsa risita, que recordaba la de los conejos. Iba de gran gala.
Ya me lo había imaginado yo; pero aun así, no podía ni deseaba deshacer aquella ilusión de óptica que me presentaba el panorama como un fantástico archipiélago cuyas islas venían creciendo en rigurosa gradación desde las más bajas sierras, primer peldaño de la enorme escalera que comenzaba en la costa y terminaba, detrás de nosotros, en el mismo cielo cuya bóveda parecía descansar por aquel lado sobre los picos de Bulnes y Peñavieja.
Un sentimiento de dignidad, que muchas veces se aloja con fuerza en los corazones infantiles, le prestó fortaleza para resistir el llanto que brotaba a los ojos. Dirigió a su madrina una mirada de indefinible tristeza y salió corriendo de la estancia. Cuando llegó a la escalera se dejó caer sobre un peldaño y rompió a sollozar.
«Me parece indicó que he visto aquí otra vez a esta señorita... En fin, suban ustedes y vean lo que hay». Juan Bou subió la gran escalera despaciosamente, porque su corpulencia era declarada enemiga de la agilidad. Isidora subió corriendo y en el último peldaño esperó a su amigo, echándole una mirada triste y una sonrisa discreta y amistosa, a la cual se podía dar atrevida interpretación de burla.
He ahí por qué vuestra filosofía moral en el trabajo y el combate debe ser el reverso del carpe diem horaciano; una filosofía que no se adhiera a lo presente, sino como al peldaño donde afirmar el pie o como a la brecha por donde entrar en muros enemigos. No aspiraréis, en lo inmediato, a la consagración de la victoria definitiva, sino a procuraros mejores condiciones de lucha.
El bruto, como sucede siempre, podía más que el filósofo. Buscó a tientas la salida, y apoyándose en las paredes llegó hasta la escalera. Al bajar el primer peldaño, sus botas rechinaron en el silencio de la casa. Sentose y se despojó de ellas. Luego se deslizó hasta abajo sin hacer el menor ruido.
Si el teatro español no hubiese abandonado este peldaño, no hubiera tampoco resuelto el problema de su destino, y renegara de la preexistencia de sus orígenes, muy á propósito para la formación posterior de un drama elevado, verdaderamente popular. Ya en general aparecen determinados los rasgos fundamentales del teatro nacional, y sólo falta separar el germen de las envolturas que lo cubren.
Lo que le había desvelado era el misterio del silencio, más amenazador e inquietante que las vociferaciones de la hostilidad. Avanzando la cabeza, creyó percibir entre los rumores confusos y fundidos de la respiración nocturna un roce, un leve crujir de madera, algo semejante al ligero peso de un gato trepando de peldaño en peldaño por la escala de la torre, con largas pausas de inmovilidad.
Si no ofrece un ingenio, que la crítica coloque en aquel altísimo peldaño, igual al gran hijo de Inglaterra, poseía en cambio muchos y varios excelentes, dotados de las cualidades poéticas más brillantes, inferiores sólo á aquél, pero dignos de ocupar el puesto inmediato en la cúspide del arte de la poesía.
Aquello sería un paraíso; no estaba allí doña María. No he vivido más que para ti; y si alguna vez he hecho un esfuerzo para subir un peldaño en la escala del mundo, hícelo sólo con el deseo de llegar, si no a valer tanto como tú, al menos a ponerme en condición tal, que no se rieran de mí cuando te miraba. Mentiroso, tú también has aprendido a disimular.
Palabra del Dia
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