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Actualizado: 18 de junio de 2025
Por la escalera de enfrente subía en aquel momento el tío Frasquito dando el brazo a su sobrina espuria, la reina destronada de Matapuerca, que se detenía en cada peldaño para ponderarle lo terrible de su susto, lo soberbio de su dehesa, el dolor de su oreja, lo pavoroso de aquellas descargas atronadoras... ¡Prurrruumm!
Cada peldaño tenía su historia, y la pollería y el cuarto entresuelo y después el segundo tenían ese revestimiento de una capa espiritual que es propio de los lugares consagrados por la religión o por la vida. «¡Las vueltas del mundo! decía dando las de la escalera y venciendo con fatiga los peldaños . ¡Quién me había de decir que pararía aquí otra vez!... Ahora es cuando conozco que, aunque poco, algo se me ha pegado el señorío.
A las personas más próximas a ella en amistad las trataba como vasallos emancipados; un peldaño más alto que nosotros, que no estábamos todavía del todo emancipados.
Por muy recóndita que la guardase allá en los postreros rincones del pensamiento, no faltaba al leonés la aspiración propia de todo hombre que ejerce humildes oficios, y se ganó con sudores el pan, de que su descendencia beneficiase tamaños esfuerzos, ascendiendo un peldaño en la escala social.
La forma externa de sus obras se acomoda exactamente á la perfección del fondo; su lenguaje se amolda siempre maravillosamente á los pensamientos que expresa; elévase, con la osadía de los conceptos, al peldaño más alto de la locución poética sin hinchazón y sin hojarasca, y hasta en las escenas menos animadas puede calificarse de modelo de claridad y de naturalidad.
Ni el primer peldaño de la escalera habían de profanar con su pie los infames. Para que no se sobrecogiera mi tío con el estruendo, le habría engañado yo antes con un embuste cualquiera: le habría dicho, por ejemplo, que se había visto la noche antes el lobo rondando la casa por aquel lado, y que pensábamos matarle en las altas horas de la inmediata si volvía.
El Gran Inquisidor de Mallorca hablaba de una visita con familiares y alguaciles a las habitaciones del comendador; pero éste, que era primo suyo, le anunció por carta su propósito de abrirle la cabeza con un mandoble de abordaje apenas avanzase un pie sobre el primer peldaño de su escalera.
Nosotros asumimos toda la responsabilidad de la protesta, dándoles aliento y explicándoles que ninguna cosa mala tratábamos de hacer; y merced á nuestras últimas exhortaciones, conseguimos que se colocaran las dos escalas, por las que trepamos con la avidez del que busca un tesoro. Tras el último peldaño se nos mostró el interior de la caverna.
En el primer peldaño de la escalera estaba sentada una mujer que vendía higos pasados en una sereta, y por poco no la planta el zapato de orillo en mitad de la cara. Y todo porque no se apartaba de un salto para dejar el paso libre... «¡Vaya dónde se va usted a poner, tía bruja!... Afuera o la reviento de una patada...».
Palabra del Dia
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