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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Pero ¡mardita sea! gritó Gallardo . ¡Descúbrete, condenao! Le miraba furioso, como si fuese a pegarle, convencido por una confusa intuición de que esta rebeldía iba a atraer sobre él las mayores desgracias. Güeno, me la quito dijo el Nacional con una fosquedad de niño contrariado, luego que vio alejarse la cruz . Me la quito... pero es al muerto.
Y el mismo pensador, añadió con razón en el capítulo siguiente: «Pegar a un enemigo delante de la mujer a quien ama, es pegarle dos veces: le hieres en el cuerpo y en el alma.» He aquí por qué el paciente Ayvaz-Bey enrojecía de cólera mientras acompañaba a la señorita Tompain y a su madre al piso que les había amueblado.
Era, en el fondo, un hombre de rapiña, alegre y jovial, buen bebedor, buen amigo y en el interior de su alma bastante violento para pegarle un tiro a uno o para incendiar el pueblo entero. La madre de Martín presintió que, dado el carácter de su hijo, terminaría haciéndose amigo de Tellagorri, a quien ella consideraba como un hombre siniestro.
Tengo para mí que hubiera dado diez años de su vida por pegarle un balazo a Miguel el Negro, a quien hubiera podido despachar en aquel momento con tanta facilidad como yo una gallina a diez pasos de mi revólver. Posé la mano sobre su brazo, y movió la cabeza negativamente, para tranquilizarme: el deber ante todo era su máxima. ¿Qué camino tomaremos? preguntó el Duque.
Quería pegarle un tiro al otro, y hasta se le ocurrió hacer un cartucho de dinamita para ponérselo en la puerta de su casa.
Spadoni sonreía, pero acabó por intimidarle la curiosidad irónica fija en su persona. Muchos de los que le contemplaban eran importantes personajes que siempre le habían infundido gran respeto. Por fortuna, sentía á sus espaldas á la duquesa, sentada con un aire de patrona, vigilándole autoritariamente. Si cometía algún error, esta gran dama era capaz de pegarle... ¡Animo y adelante!...
Y excitándose con el ruido de sus propias palabras, animándose con sus mismas violencias y viendo á Roussel consternado, Clementina llegó al paroxismo del furor. Traspasando todo límite, perdió la cabeza y si su primo hubiera respondido en el mismo tono, hubiera sido capaz de pegarle. Pero él estaba tan pacífico como ella excitada.
No, señorita, me contestó, estoy segura de mi cuenta y es usted una mala jugadora. Y usted una mentirosa, le respondí. Está bien, la desprecio demasiado para contestarle, me dijo. La hermana Sainte Félix, llegó afortunadamente en ese momento, pues yo creo que iba á pegarle... He ahí lo que ha pasado. Ya ves, es imposible arreglarnos después de esto. ¡Imposible! eso sería una cobardía.
Además de esto, las rejas, que sólo dejaban ver la pared de enfrente; la aridez de la ciudad, donde no se encontraba una hoja verde; los aburridos paseos al lado del cura por aquel puerto de aguas muertas que olía a almeja corrompida y sin otros barcos que algunos veleros que llegaban a cargar sal... El día anterior, unos cuantos correazos más fuertes habían acabado con su paciencia. «¡Pegarle a él! ¡Si no fuese un cura!...» Se había fugado, emprendiendo a pie el regreso a Can Mallorquí; pero antes, como venganza, desgarró varios libros que el maestro tenía en gran estima, volcó el tintero sobre la mesa y escribió en las paredes vergonzosas inscripciones, con otras travesuras de mono en libertad.
46 Cuando oyeron esto todos los que estaban en la torre de Siquem, entraron en la fortaleza del templo del dios Berit. 47 Y fue dicho a Abimelec como todos los de la torre de Siquem estaban reunidos. 50 Después Abimelec se fue a Tebes; y puso cerco a Tebes, y la tomó. 52 Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó a la puerta de la torre para pegarle fuego.
Palabra del Dia
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