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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Las voces parecían subir un poco de tono. Es que ha llegado al capítulo de las amenazas se decía la señora, siempre pegada a la puerta. Y como no percibía una sílaba, se aferraba a su idea de salir y desbaratarlo todo. Seguía el duelo allá dentro entre la voz grave, la de don Bernardino, y una vocecita delgada, la del otro; tal como si un contrabajo y un flautín ensayaran, cada cual por su lado.

Llegaron a poco tres serenos y un oficial y dos soldados del ministerio, y por la puertecilla pegada al pabellón salieron a la calle: el hombre de la capa estaba ya muerto. Desprendíase de todo esto que había una ella de por medio, y la curiosidad, excitada hasta la rabia, sobre todo en los altos círculos, venía a estrellarse contra el secreto de la sumaria.

La vasta nave y sus haces de columnas delicadísimas, que remataban en palmeras, entretejiéndose para formar la bóveda; las ventanas rasgadas en toda la extensión del pavimento y cubiertas con el diáfano muro de cristales de colores; la multitud de figuras representativas; la fauna, la flora; la riqueza de los altares, las luces, los resplandecientes trajes de los sacerdotes; el incienso, formando azuladas nubes; el son del órgano, á veces suave y apagado como la respiración de un niño que duerme, después fuerte y estentóreo como el resoplido de un gigante colérico; el coro grave, y los rezos quejumbrosos, todo esto impresionó de tal modo á nuestra viajera, que estuvo un buen rato pegada á la bóveda, sin, atreverse á descender, sobrecogida de admiración, piedad y respeto.

Creo, y lo digo formal, que dentro de poco serán inútiles las cédulas de vecindad, llevando cada cual su fotografía en el bolsillo, ó pegada al pecho á guisa de medalla ó de cruz. El fotógrafo sucederá al agente de policía. Á se me ocurre otro verso: Retrátate, , Torcuato; Basta de hablar: ¡pronto! ¡pronto! Hoy no se puede ser tonto.... Si no lo dice el retrato.

El dependiente tenía un grano en el pescuezo, que no le dejaba mover la cabeza, y usaba onda pegada sobre la frente con goma de membrillo. ¡Qué asco dan estas ondas engomadas!

A lomo de unas cuantas mulas traes contigo un tesoro de despojos; oculta en bolsa de cuero, bajo el sayo y pegada a tu carne, llevas gran cantidad de piedras preciosas, de tal valor algunas que podrías, vendiéndolas, adquirir con su precio la mitad de Castilla, o restaurar en todo su esplendor a Medina del Campo, que el ejército fiel a nuestro monarca Carlos de Gante, robó y asoló casi en los mismos días en que nos escapamos nosotros del convento en busca de aventuras.

Aquella gente tiene su lujo, su aseo y su elegancia de cejas arriba, y aunque se cubra de miserables trapos, no pueden faltar el moñazo empapado en grasa y bandolina, ni los rizos abiertos y planchados sobre la frente, como una guirnalda de negras plumas, pegada con goma.

En el aposento de abajo correspondiente al de arriba se ponía el que había de responder, pegada la boca con el mesmo cañón, de modo que, a modo de cerbatana, iba la voz de arriba abajo y de abajo arriba, en palabras articuladas y claras; y de esta manera no era posible conocer el embuste.

Cerraba los ojos grises y arrugaba el entrecejo; le enojaba la luz, tropezaba con los muebles, olía al monte; traía pegada al cuerpo la niebla de las marismas y parecía rodeado de la obscuridad y la frescura del campo.

Llevaba éste en la mano un maletín, que dejó caer a su lado, sobre los cojines. Cerrando la portezuela, sentose en un ángulo, pegada la frente al vidrio, frío como el hielo y empañado por el rocío de la noche. No se veía más que la negrura exterior, que apenas contrastaba la confusa penumbra del andén, el farolillo del guarda que lo recorría, y los mustios reverberos aquí y allí esparcidos.

Palabra del Dia

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