United States or Iran ? Vote for the TOP Country of the Week !


El concepto que formaba doña Inés del universo visible y de cuantas cosas hay en él y en él se sustentan, era concepto más pesimista que el del propio Schopenhauer; pero el de doña Inés estaba dulcificado por dos potencias benéficas y fecundas que había en su alma. Ella podría ser, o era, más o menos pecadora.

Mientras le esperaba, la pecadora volvió a ver el espectro aquel de su perversidad; pero entonces le vio más claro, y no pudo tan fácilmente hacerle huir de su espíritu. «Me han engañado pensaba , me han llevado al casorio, como llevan una res al matadero, y cuando quise recordar, ya estaba degollada... ¿Qué culpa tengo yo?». La casa estaba a oscuras y encendió luz.

A eso de las diez, Marta abrió de improviso sus grandes ojos azules y me dirigió una mirada llena de dulzura y de bondad. Me pareció que era el ojo de Dios que se volvía hacia , infeliz pecadora, y que en él leía la piedad y el perdón. Un gozo puro, un gozo santo, me inundó. Me arrojé en los brazos de mi hermana y escondí mi cara sobre su hombro.

«¿Qué tienes, mujerle dijo Belén, alzándole a viva fuerza la cabeza. La pecadora no contestó nada; mas la otra pudo observar que su rostro estaba tan bañado en lágrimas como si le hubiesen echado por la frente un cubo de agua, y sus ojos encendidos y aquella grandísima humedad igualaban el rostro de Mauricia al de la Magdalena; así al menos lo vio Belén.

Ahora me sucede casi lo mismo que á : mi inclinación á D. Carlos me parece natural. Lo diabólico, lo abominable es mi inclinación á tu tío. Es un sentimiento tan distinto, que no destruye ni aminora mi afecto á D. Carlos. Esto prueba mi desordenada índole, mi pecadora y perturbada manera de ser.

Si usted reconoce que ha hecho mal, y le pide perdón a Dios de su mala intención y procura limpiarse de ella, Dios tendrá piedad de la pecadora. Es que... verá usted... estoy arrepentida por mitad. ¡Matarle a él!, ¿sabe usted que me da lástima?

Según el estado de su ánimo y la índole de la conquista que trama, don Juan lee mucho, y siempre cosas o casos de amor. Conoce perfectamente la literatura amatoria, desde la más espiritualista, casta y platónica, hasta la más carnal, pecadora y lasciva.

No era, acaso, el arrepentimiento lo que se había despertado en su alma, sino una turbación precursora; y la miserable pecadora no habría comparecido con la blasfemia en los labios y la ira en el corazón ante el Juez infalible en quien Elena tiene fe.

El mensajero de Dios la excita á casarse con él, no para esta vida terrestre, sino para la vida eterna; la pecadora arrepentida accede á sus ruegos, apoderándose la muerte de su cuerpo, incapaz de resistir á tan violentas emociones, y llevándose el ángel su alma á la mansión celestial. Semejante á éste es el argumento de La condesa bandolera.

Mil enhorabuenas respondió la marquesa entre burlona y picada por esa felicidad; pero crea usted que no era la cosa para tanto. Verá usted cómo, aunque pecadora, me atrevo a confesar aquí el motivo de mi visita, y sin escándalo de nadie. Don Santiago estaba en ascuas con las crudezas de su mujer, y no sabía cómo disculparlas sin provocar otras más incisivas.