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Actualizado: 5 de junio de 2025
Caminaba la pareja silenciosa, a paso igual y rítmico, midiendo Artegui su andar largo y varonil por el paso más corto de Lucía. En las calles la gente circulaba de prisa, animada, como el que va a algo que le interesa: no con esa lentitud de los españoles que se pasean por tomar el aire y matar el tiempo.
El teatro representa un campamento con varias tiendas; algunos soldados se pasean por el fondo. DON NU
Dos loqueros graves, membrudos, aburridos de su oficio, se pasean atentos como polizontes que espían el crimen. Son los inquisidores del disparate. No hay compasión en sus rostros, ni blandura en sus manos, ni caridad en sus almas. De cuantos funcionarios ha podido inventar la tutela del Estado, ninguno es tan antipático como el domador de locos.
Su alcoba no la vio nunca como la dejaron aquellos curiosos. No es para la mayor parte de los hombres una obra santa, y una copa de espíritu la hermosura; sino una manzana apetitosa. Si hubiera un lente que permitiese a las mujeres ver, tales como les pasean por el cráneo los pensamientos de los hombres, y lo que les anda en el corazón, los querrían mucho menos.
En el famoso Convidado de piedra, de Tirso, pasean Don Juan y su criado las calles de Sevilla, y, después de permanecer en el teatro cierto tiempo, se descubre la estatua del Comendador, suponiéndose que llegan entonces á encontrarla. Las demás máquinas no eran más perfectas que las decoraciones.
Mira, Tono, no hay cosa que más me guste que decirles por lo bajo a todas las sin vergüenzas que pasean por el Retiro: "¡Andad, andad, hambronas, que si a mí se me antoja os puedo enterrar en billetes de Banco!..." ¿Verdá tú, salao? "¡Malísimo!" volvió a decir el duque en su interior; y en voz alta: Algunos hay, preciosa; algunos hay en casa.
Anda, hija mía... No te mojes mucho... No te pongas al sol... No batas demasiado la ropa contra la piedra... No gastes mucho jabón. Y allá va Flora camino del río con mucho más peso en la cabeza que las damas que pasean sus sombreros dernière creation por el Retiro, pero acaso con menos en el corazón.
Si su destino era ese, lo aceptaba sin pestañear: él había entrado en la vida por la puerta color de rosa, como convidado que acude a espléndida fiesta, a deleitarse con manjares y músicas y placeres sin cuento, y encontró el salón a obscuras, la mesa del banquete desierta, pan y agua por todo manjar, los demás invitados de blusa en vez de frac, y no escuchó más música que la del arado, de la azada y del martillo... ¡ah! no, ¡muchas gracias! él no había venido para eso, ¿por qué le engañaron? ¿a qué le trajeron? si no existía algún medio de hacer como aquellos pocos, que no visten blusa, y se pasean y divierten, se marchaba. ¿Había uno? ¿y no era necesario sudar ni quebrarse la cabeza? no, mucho pulso y buena suerte.
Palabra del Dia
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