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Actualizado: 20 de junio de 2025


Habíamos de pasar este rio, pero los indios estaban defendiendo este paso, y nos hacian tan gran daño, que si no fuera por la providencia de Dios, y la artilleria que se disparaba bien, hubiéramos perecido. Pero le pasamos, y en las naves llegamos á la otra ribera: lo cual visto por los indios, huyeron á meterse en su pueblo, á media legua de allí.

Allí pasamos todo ese día, porque resueltamente había decidido no separarme de mis compañeros de viaje. Ya somos buenos amigos con Mimí y Dizzy, y Little Georgy empieza a tenderme los bracitos.

Así, por ejemplo, veo sin microscopio que si Francisca y Petra, sin contar otras amigas en el mismo caso, no llegan a casarse, serán ciertamente solteronas involuntarias, recalcitrantes del celibato. Es igualmente visible a simple vista que si Genoveva y yo no nos casamos, pasamos inmediatamente a la categoría de solteronas voluntarias.

Pasamos en este trecho 22 arroyos, de suerte que á las cuatro de la tarde, con corta diferencia, salimos á unos médanos en donde paramos, que se hallan á la salida de dicho bañado, en donde fué preciso cavar pozos con los sables y lanzas para poder beber agua, que, aunque abundaba, era toda salada.

Después de una travesía larga y llena de peripecias, llegamos frente al Estrecho de Magallanes; pero como no teníamos viento favorable, decidí bajar y doblar el Cabo de Hornos. Pasamos por el Cabo Deseado y el de la Desolación, con un frío muy intenso y tiempo claro; pero al llegar a la altura de la isla de Wollaston se nos echó encima una bruma densísima, que no se quitó en una porción de días.

Cuando ya nos preparábamos para el regreso, llegaron, unidos por el santo vínculo, Isabel y el duque de Malagón. Sentimos gran placer al verlos, y los tres días que estuvimos juntos fueron los más felices que pasamos desde nuestra partida. Dimos, al fin, la vuelta para España, dejándolos a ellos en la capital de Francia.

Salimos de Filipinas en marzo, y, en vez de volver por el estrecho de la Sonda, fuimos con la monzón del sudoeste a entrar en el mar de las Molucas, pasamos por el estrecho de Gilolo y luego por el paso de Pitt y el estrecho de Ombay.

Luego que se hubo arreglado, pasamos al comedor, situado en la planta baja, con dos puertas vidrieras al patio. Era una pieza grande, un poco destartalada, donde había dos armarios de roble tallado antiguos, espejo grande de marco negro, una mesa elástica de estilo moderno y sillas de rejilla.

El puede más que los alambrados malos. ¿Alambrados?... ¿Pasa? ¡Todo! Alambre de púa también. Nosotras pasamos después. Los dos caballos, vueltos ya a su pacífica condición de animales a que un solo hilo contiene, se sintieron ingenuamente deslumbrados por aquel héroe capaz de afrontar el alambre de púa, la cosa más terrible que puede hallar el deseo de pasar adelante.

Un ómnibus debía conducirnos á Kehl, como al entrar á Francia. En la ribera izquierda del Rin se repitió la operacion anterior, de manera que pasamos el puente bajo la guardia de un gendarma badense, despues de consignar en el territorio frances pasaportes y equipajes.

Palabra del Dia

consolándole

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