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Actualizado: 20 de junio de 2025
Las vacas no se dignaron siquiera mirar a los intrusos. Los caballos no pueden, dijo una vaquillona movediza. Dicen eso y no pasan por ninguna parte. Nosotras sí pasamos por todas partes. Tienen soga añadió una vieja madre sin volver la cabeza. ¡Yo no, yo no tengo soga! respondió vivamente el alazán. Yo vivía en las capueras y pasaba. ¡Sí, detrás de nosotras! Nosotras pasamos y ustedes no pueden.
En el camino mi capitán me explicó en vascuence que la visita la hacíamos principalmente a la señora de Cepeda, una vascongada, paisana nuestra, casada primero con Fermín Menchaca y después con don Matías Cepeda, un almacenista, socio del primer marido. Desembarcamos en el muelle, pasamos la puerta del Mar y seguimos por una calle próxima a la muralla.
En este dia pasamos dos veces el Rio Grande, y llegamos á la una y media de la tarde, á la junta de los rios, que dista 4 leguas; y caminando despues de comer, llegamos á puestas de sol á las Cuevas, que distan otras 4 leguas, donde hicimos noche, por ser parage de muchos pastos, bellas aguas y buena leña. Dia 20.
Nuestros compañeros de viaje hallaron muy justa esta demanda, y, en su virtud, los bondadosos salmantinos que á todos nos servían de cicerone nos prometieron hacernos dar cuantos rodeos creyesen interesantes, aunque tardásemos mucho tiempo en llegar á la Universidad. Pasamos entonces á la Plaza de las Verduras.
No hay que afirmar que pasamos por la de Pepita, quien de algún tiempo a esta parte se va haciendo algo ventanera y estaba a la reja, en una ventana baja, detrás de la verde celosía. No bien sintió Pepita el ruido y alzó los ojos y nos vio, se levantó, dejó la costura que traía entre manos y se puso a miramos.
De madrugada se despachó una partida á esplorar el campo, y á las tres del dia rompimos la marcha, costeando dicho rio: y habiendo caminado cosa de 8 leguas, pasamos por la toldería que fué del cacique Lincon, á donde los indios de nacion Teguelches lo habian avanzado.
Movido por un impulso travieso, le levantó el velo a una niña árabe que encontramos en el camino, y cuando ella gritó pidiendo auxilio, nosotros apenas tuvimos tiempo de escapar corriendo velozmente, les aseguro y se rió con ganas al recordar sus travesuras en tierra. Pero los dos pasamos momentos duros en Camarones y en los Andes.
Despáchelos a todos uno por uno, lo mejor que pude, y acosté a mi tío, que aunque no tenía zorra, tenía raposa; y yo acomódeme sobre mis vestidos y algunas ropas de los que Dios tenga, que estaban por allí. Pasamos desta manera la noche, y a la mañana traté con mi tío de reconocer mi hacienda y cobralla. Despertó diciendo que estaba molido, y que no sabía de qué.
Frecuentemente pasamos junto a ellos y no les vemos.... Les damos limosna sin conocerles.... No podemos fijar nuestra atención en esa miserable parte de la sociedad. Al principio creí que la Nela era un caso excepcional; pero no, he meditado, he recordado y he visto que es un caso de los más comunes.
Fui a ver a Jorge Federly en la embajada, comimos juntos en Durand y después nos fuimos a la Opera; tras una ligera cena nos presentamos en casa de Beltrán, poeta de alguna reputación y corresponsal de La Crítica, de Londres. Ocupaba un piso muy cómodo, y hallamos allí algunos amigos suyos, personas muy simpáticas todas, con quienes pasamos el rato agradablemente, fumando y conversando.
Palabra del Dia
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