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Actualizado: 9 de mayo de 2025


El maestro de ceremonias era un tal Boston, célebre taravilla, y la ocasión parecía prestarle magnífica ocasión para lucir sus chistes y agudezas. Este ingenioso bufón pasó dos días preparando una parodia del ceremonial de la iglesia, con algunas alusiones de sabor local. Ensayose convenientemente el coro y se eligió padrino a Alejandro Tipton.

No obstante, y aunque hubiese adoptado las ideas del gitano, esto no era en él la pálida y servil parodia de aquel carácter singular; pero este carácter resumía a sus ojos todos los rasgos que hacen al hombre superior, y lo copiaba como una bella alma copia a la virtud.

Aunque por propia voluntad nunca evocaba su recuerdo, muchas veces, en la impaciencia de una cita, en el ficticio entusiasmo de una parodia de amor, en medio del enojo que causa la posesión de lo que se ha deseado tibiamente, surgía en su pensamiento la imagen de Cristeta, única mujer que al entregársele le había dado, al par del cuerpo, algo del alma.

Tal es uno de los medios, aunque no el único, de que se vale Lope, al ofrecernos personajes y escenas ridículas, puesto que, repetido con frecuencia, sería monótono; á menudo la parodia sólo se bosqueja, ó aparece en rasgos aislados, aunque no por esto dejan de ser, así el gracioso como los personajes de igual índole, parte importante del conjunto, ya sirviendo para analizar con perspicacia los afectos de los demás, para descubrir los secretos móviles de su espíritu y revelar sus ocultos pensamientos; ya interrumpen con sus burlas la seriedad del drama, para proporcionar cierto descanso á los espectadores, cuyo interés se ha excitado en demasía por el prolongado movimiento de los afectos y por la intensidad de su compasión, á fin de que recobren sus fuerzas y hagan frente á nuevas emociones.

Había comenzado aquel paseo años atrás como una especie de parodia; imitaban las muchachas del pueblo los modales, la voz, las conversaciones de las señoritas, y los obreros jóvenes se fingían caballeros, cogidos del brazo y paseando con afectada jactancia.

Entre los de a pie, que continuamente se desvían de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de retorno, marchan confundidos el gatera que con mil trabajos, ninguno limpio, reunió el precio del tendido, el hortera endomingado, el estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo del rey neto.

Son muy ingeniosas. Pero del dicho al hecho, hay gran trecho. Y el Padre Ambrosio tendría una desazón enorme si viese frustrado el buen éxito de su ciencia pasmosa y que no había valido el remozarte sino para que hicieses sin razón la parodia de Beltenebros en la Peña pobre.

La Correspondencia no la ha publicado aún, pero ténganla ustedes por cierta. Este Amor celeste ha venido recientemente entre nosotros. Por más que se oculte por modestia, hemos llegado a verle. Está lleno de gracia y de verdad. Su gloria nos deslumbra, mas no nos ciega. Tampoco a esta parodia de la más bella fábula de Esopo ponía el Conde el menor comentario.

Hay una sola comedia de Calderón, de las llamadas burlescas, que se titula Céfalo y Procris, parodia de otra suya, Celos aun del aire matan.

Ningún ojo alcanzaría á verle, excepto Aquél, siempre alerta y despierto, que le había visto cuando estaba encerrado en su alcoba retirada azotándose con las sangrientas disciplinas. ¿Por qué, pues, había ido allí? ¿Era aquello acaso una parodia de penitencia?

Palabra del Dia

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