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Actualizado: 17 de mayo de 2025


EL ALCAIDE DE LA CÁRCEL, con barba y bastón. Una mujer está aquí Que quiere hablaros. Dejadme, 300 Fulgencio, si sois servido. Á veros vendré á la tarde. Llegó á la puerta cubierta; Pedíle que se destape, Y dijo que no quería. 305 Parecióme de buen talle Y cosa segura; en fin, Gustó de que la acompañe Á vuestro aposento.

Sin embargo, además de utilizar los datos de que él dispuso, he sido bastante afortunado para examinar muchos nuevos, y basta recorrer ligeramente el primero y segundo tomo de esta historia para convencerse de la ventaja que por su contenido lleva á Los orígenes . Parecióme indispensable tratar primeramente del origen del teatro en la Europa moderna para ilustrar de este modo el del español, y creo haber probado así, antes que otros, que el germen del drama religioso, cuya aparición se fija de ordinario en la Edad media, se halla en los ritos litúrgicos de la Iglesia primitiva; y estudiando después el período de los misterios y moralidades, hago sólo una sucinta exposición de las últimas y más importantes investigaciones acerca de este punto.

Parecióme todo un juego de azar, y miré con indiferencia mi propio destino y el destino de los pueblos. En un estado tal, quise arrojarme desenfrenadamente á los placeres, quise ahogar el grito de mi dolor en el estrépito de la bacanal y de la orgía; mas en vano: mi corazon era ya la hoja que se desprende del árbol al soplo de las auras del otoño, mi actividad estaba muerta, muerta como mi alma.

En buena salud, me levantaba con el alba; desde que tengo tan mal dormir, madrugo mucho más que el sol, y con todo y con ello, me sobra tiempo de cama. Parecióme que el relente frío de las madrugadas no debía de sentarle bien, y así se lo dije, aconsejándole que se guardara de él.

Desde que he puesto el pie en la altiplanicie andina, sueño con la catarata, y cuando, al cansado paso de mi mula, llegué a aquel punto admirable que se llama el Alto de Robe, desde el cual vi desenvolverse a mis ojos atónitos, la inmensa sabana, pareciome oír ya «del Tequendama el retemblar profundo».

Parecióme muy rara esta ceremonia; que así falla de todo el que no ha salido de su pais: mas luego supe que era por ver si en aquel sitio habíamos escondido algunos diamantes, y que es estilo establecido de tiempo inmemorial en las naciones civilizadas que andan barriendo los mares, y que los señores religiosos caballeros de Malta nunca le omiten quando apresan á Turcos ó Turcas, porque es ley del derecho de gentes, que nunca ha sido quebrantada.

Y luego me sentí inflamado de un fuego dulce, para desconocido; de un fuego que parecía aislar dentro de mismo mi alma, purificarla, levantarla hasta el cielo; pareciome tenerla en contacto con Dios, bendecida por él; luego me sentí completamente abstraído, espiritualizado, fuera del contacto de todo lo terreno, y pareciome tocar con mi espíritu el espíritu de Dios, del Dios justo y bueno que premia a los que lloran; y creí en Dios y le confesé con la inmensidad de mi pensamiento.

A lo cual Sancho respondió: -Yo, señora, sentí que íbamos, según mi señor me dijo, volando por la región del fuego, y quise descubrirme un poco los ojos, pero mi amo, a quien pedí licencia para descubrirme, no la consintió; mas yo, que tengo no qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba y impide, bonitamente y sin que nadie lo viese, por junto a las narices aparté tanto cuanto el pañizuelo que me tapaba los ojos, y por allí miré hacia la tierra, y parecióme que toda ella no era mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella, poco mayores que avellanas; porque se vea cuán altos debíamos de ir entonces.

Fué tal vez una ilusión; mas parecióme que una campana de boca tan ancha como el cielo, repicaba en la obscuridad, a través del Universo, con un són temeroso que ciertamente iría a despertar soles que dormían y planetas panzudos. El extraño individuo llevó un dedo al párpado, y limpiando una lágrima que nublaba su ojo rutilante, exclamó: ¡Pobre Ti-Chin-Fú! ¿Murió?

Cuando lo vi... cuando me miró, parecióme que mi alma descorría un velo misterioso, que se entraba en ella aquella mirada, que la llenaba, que la besaba, que la acariciaba, que la encendía... sentí... un placer doloroso... debí ponerme pálida. Y seria como una difunta. Yo creo que él también vaciló. Pues ya lo creo.

Palabra del Dia

hociquea

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