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14 me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos. 16 Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, que decía: 17 ¿Por ventura será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo? 18 He aquí que en sus siervos no confía, y en sus ángeles halló locura. 21 ¿Su hermosura, no se pierde con ellos mismos?

27 Y Rabsaces les dijo: ¿Me ha enviado mi señor a ti y a tu señor para decir estas palabras, y no antes a los hombres que están sobre el muro, para comer su estiércol, y beber el agua de sus pies con vosotros? 28 Y se paró Rabsaces, y clamó a gran voz en judaico, y habló, diciendo: Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria.

Y no paró aquí el desastre, sino que don Paco, viendo que alguien tomaba a pechos la defensa del pobre Teneyro, arriesgose, como leal amigo y contertulio, a ponerse de su parte. Envidia, no es más que envidia y rabia por las verdades como puños que dice exclamó. En mal hora lo dijera. Vimos desaparecer su enjuta figura entre una masa uniforme de brazos y manos.

Halagado Delaberge por la confianza que le mostraba, la encontraba cada vez más encantadora. De pronto se paró ella exclamando: ¡Estoy cierta, señor, de que mi charla le molesta un poco! Se engaña usted, señora repuso Delaberge con viva entonación.

Nada pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma arrancada a las impurezas del mundo.

Ni paró aquí el fruto que sacó Dios de esta fuga, sino que dejaron apalabrada toda la nación para venir luego en seguimiento de los demás. Los pueblos que al presente hay, son seis.

Mientras Antoñona iba rumiando y concertando en su mente todas estas cosas, D. Luis, no bien se quedó solo, se arrepintió de haber procedido tan de ligero y de haber sido tan débil en conceder la cita que Antoñona le había pedido. Don Luis se paró a considerar la condición de Antoñona, y le pareció más aviesa que la de Enone y la de Celestina.

Unido esto á que el Ingeniero inglés Alfredo Jee, que hacía de maquinista, tuvo tiempo antes de morir de quitar alguna fuerza á la máquina, dió por resultado que la locomotora encalló en las rocas que hay al pie del terraplén, por su parte menos elevada, y se paró, no sin haber dado dos vueltas enteras en el aire y el ténder una.

Dichas estas razones, dexa á la dama que tenia asida por los cabellos, y cogiendo la lanza va á pasársela por el pecho al extrangero. Este que estaba sosegado paró con facilidad el encuentro de aquel frenético, agarrando la lanza por junto al hierro de que estaba armada. Forcejando uno por retirarla, y otro por quitársela, se hizo pedazos.

Pues ¿qué es Parrón, más que un hombre? repuso Manuel con altanería. ¡Á la formación! gritaron en este acto varias voces. Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal. En tal momento acertó á pasar por allí el gitano Heredia, el cual se paró, como todos, á ver aquella lucidísima tropa.