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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Su genio, su continente, la dulzura de su mirada, la perfecta igualdad de su carácter compuesto de oro maleable y de acero, es decir, indulgencia y verdadera virtud, aquel natural resistente sin dureza, paciente, unido, siempre en el equilibrio de un lago abrigado del viento; aquella amiga tan ingeniosa para hallar recursos de consuelo, aquella boca inagotable en frases exquisitas, todo cambió.
Sigue adelante el médico, y el paciente toma de nuevo su tono oratorio, tratando de convencer al tronco de un árbol. Porque la escena pasa en un gran patio cuadrilongo, cerrado por altos muros sin resalto ni relieve alguno que puedan facilitar la evasión.
¡Cien veces lo volvería a hacer! No tengo la culpa de que te hayan quitado el destino, ni de que tu madre descuide sus quehaceres. En más altas cosas me empleo. ¿Vienen males del Señor sobre la casa? Paciencia y resignación. Rico era Job y fue paciente y resignado cuando se vio pobre y zaherido; pero no perdió la fe.
Le juzgo á usted pero no me dignaré castigarlo. ¿Se ha vuelto usted cobarde? dijo en tono burlón Sorege. ¡No le faltaba á usted más que eso! Me he vuelto paciente, dijo dulcemente Jacobo, y lo pruebo. ¡Pues bien, séalo usted por completo! Dió tres pasos y levantando el brazo, trató de pegar á su antiguo amigo en la cara. En este instante la fisonomía de Jacobo se transfiguró y se puso espantosa.
La recomendación no era inútil, porque en las profundidades del departamento se estaba desencadenando una tempestad de gritos cavernosos, como si se practicara una operación quirúrgica muy dolorosa á un paciente bien despierto. Vamos á ver; estamos en la puerta de la izquierda, la de las lecciones, dijo Tragomer; hay, pues, que llamar á la de la derecha, la de los ajustes.
La figura de la muchacha, el brillo de sus ojos, las inflexiones cálidas y pastosas de su timbrada voz de contralto, contribuían al sorprendente efecto de la lectura. Al comunicar la chispa eléctrica, Amparo se electrizaba también. Era a la vez sujeto agente y paciente.
A veces creía sentir los pasos de la muerte, como el soldado los de su enemigo, y la frente del anciano se arrugaba, pero volvía a serenarse al momento, adquiriendo expresión indiferente. Su atención era cada vez más profunda. En tanto, el paciente tenía fijos en el techo los ojos, donde empezaban a dibujarse las señales de una sombría decisión.
Y su voz prosiguió paciente y suave: ¿Qué me dices de veinte o veinticinco millones de pesetas? Bien sé que es una bagatela... más, en fin, constituye un comienzo; son una ligera habilitación para conquistar la felicidad. Ahora reflexiona sobre esto: El Mandarín, ese Mandarín del fondo de la China, es un viejo decrépito y gotoso.
Y su fisonomía de león no expresaba desaliento ni triunfo; no daba esperanza, ni la quitaba. La ciencia había hecho todo lo que sabía. Era un simulacro de creación, como otros muchos que son gloria y orgullo del siglo XIX. En presencia de tanta audacia la Naturaleza, que no permite sean sorprendidos sus secretos, continuaba muda y reservada. El paciente fue incomunicado con absoluto rigor.
Semejantes extremos son raros, por fortuna. La cordobesa no es coqueta, sino muy prudente y sigilosa, y a nadie compromete. Aunque sea de la más humilde condición, acostumbra a desahuciar al paciente enamorado, hablando de su honor, como las damas calderonianas.
Palabra del Dia
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