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Actualizado: 2 de julio de 2025


26 Por siete días expiarán el altar, y lo limpiarán, y ellos henchirán sus manos. 27 Y acabados estos días, al octavo día, y en adelante, sacrificarán los sacerdotes sobre el altar vuestros holocaustos y vuestros pacíficos; y me seréis aceptos, dijo el Señor DIOS.

En el siglo XVIII y aun á principios del XIX, interrumpía, durante las noches, el silencio de las calles de Sevilla, una voz lúgubre y monótona que más de una vez despertaba á los pacíficos vecinos y llevaba el terror á los chiquillos que descansaban en sus casas.

Allí encontró una raza de indios pacíficos, a los que subyugó con facilidad. Dividió el territorio entre sus dos hermanos, Hernando y Gonzalo.

¡A Juan que, suponiéndola apenada, no bien acabó con cuanta prisa pudo su empeño en el pueblo de los indios volvió a la ciudad, y de allí, aprovechando la noche por sorprender a Lucía con la luz de la mañana, emprendió sin descansar el camino de la finca a caballo y de prisa! ¡A Juan, que con amores muy altos en el alma, consentía, por aquella piedad suya que era la mayor parte de su amor, en atar sus águilas al cabello de aquella criatura, no tanto por lo que la amaba él, sin que por eso dejase de amarla, sino por lo que lo amaba ella! ¡A Juan que, puestos en las nubes del cielo y en los sacrificios de la tierra sus mejores cariños, no dejaba, sin embargo, por aquella excelente condición suya, de hacer, pensar u omitir cosa con que él pudiera creer que sería agradable a su prima Lucía, aunque no tuviese él placer en ella! ¡A Juan que, joven como era, sentía, por cierto anuncio del dolor que más parece recuerdo de él, como si fuera ya persona muy trabajada y vivida, quienes a las mujeres, sobre todo en la juventud, parecían encantadores enfermos! ¡A Juan, que se sentía crecer bajo del pecho, a pesar de lo mozo de sus años, unas como barbas blancas muy crecidas, y aquellos cariños pacíficos y paternales que son los únicos que a las barbas blancas convienen! ¡A Juan, que tenía de su virtud idea tan exaltada como la mujer más pudorosa, y entendía que eran tan graves como las culpas groseras los adulterios del pensamiento!

Ya hacía largo rato que los pacíficos habitantes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo las pesadas puertas de sus antiguos caserones; la campana gorda de la catedral anunciaba la hora de la queda, y en lo alto del alcázar, convertido en cuartel, se oía el último toque de silencio de los clarines, cuando diez ó doce oficiales que poco á poco habían ido reuniéndose en el Zocodover, tomaron el camino que conduce desde aquel punto al convento en que se alojaba el capitán, animados más con la esperanza de apurar las prometidas botellas, que con el deseo de conocer la maravillosa escultura.

Nada importa que haya ordenado: «No matarás» y que su hijo dijese en la tierra: «Bienaventurados los pacíficosEl cristianismo, según los sacerdotes alemanes de todas las confesiones, sólo puede influir en el mejoramiento individual de los hombres y no debe inmiscuirse en la vida del Estado.

¡Y criar hijos pacíficos para irlos despues á someter al yugo!, continuó Simoun remedando cruelmente la voz de Basilio. ¡Valiente porvenir les prepara usted, y le han de agradecer una vida de humillaciones y sufrimientos! ¡Enhorabuena, joven! Cuando un cuerpo está inerte, inútil es galvanizarlo.

Al paso que hoy caminamos, dentro de pocos años la industria habrá invadido completamente estos pacíficos solares, y entonces ya no habrá tipos. La civilización moderna tiende á este fin, sin duda alguna. Los pueblos ilustrados ya no tienen costumbres propias. Los de la Montaña, cuando acaben de ilustrarse, no han de ser menos que ellos. En ese día alcanzará algún éxito este libro.

iDetente! insensato: aunque te halles fatigado de la vida, no manches nuestros pacificos valles con tu sangre culpable. Ven conmigo, yo no te dejare. Tengo el corazon desolado... Vaya, no me detengas mas... Me siento desfallecer... Las montanas dan vueltas delante de mi como si fuesen turbillones. Yo ceso de vivir... ?Quien eres? Yo respondere despues, ven conmigo. Las nubes se apaciguan.

Los hombres del Norte, que necesitan el tronco ardiente y la bebida alcohólica para defender su vida de las mandíbulas del frío, pensaban á todas horas en las riberas mediterráneas. Todos sus movimientos belicosos ó pacíficos eran para descender de las orillas de los mares glaciales á las playas del mar tibio.

Palabra del Dia

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