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Actualizado: 5 de junio de 2025
Claro ejemplo de esto nos presta la indicada por su título al frente de este articulito. Don Pío Baroja, sin querer acaso, pensando en muchos libros extranjeros que sin duda ha leído, se ha puesto a escribir y ha escrito las aventuras de Silvestre Paradox, y ha renovado, como puede ser renovada en nuestros días, con diversos trajes, usos, costumbres y aficiones, nuestra antigua novela picaresca.
Publicado ahora por primera vez. 2.º Razón sobre el estado político y militar de la jurisdicción de Quito en 1754, por D. Juan Pío de Montufar y Frasco.
No quedareis, ó hijos de mi alma, Esclavos, ni el Romano poderio Llevará de vosotros triunfo ó palma, Por mas que á sujetarnos alce el brio; El camino mas llano que la palma De nuestra libertad el cielo pio Nos ofrece, nos muestra y nos advierte, Que solo está en las manos de la muerte.
En medio de la extrema y plácida mansedumbre de don Pío, reinaba en él cierta tendencia innata a la excentricidad, en la que solía marcar rasgos positivos de talento, de observación y de estudio.
¿Pero creerá el pío lector que Pacorrito se acobardó al verse solo? Ni por pienso. Había tenido ocasión, en su breve existencia, de conocer los vaivenes del mundo, y algo de lo falso y mentiroso que encierra esta vida miserable. Llenándose de energía, afrontó la situación como un héroe.
También había estado en la expedición a Roma el 48. ¡Oh, Roma! Aquello sí que era cosa grande. ¡Qué bonito aquel paso de Pío IX bendiciendo a las tropas! Y la conversación rodaba, sin saber cómo, de la bendición papal a los amoríos del narrador.
Si no hacen aquesto entrará en costa, Que Francisco llegó con grande pío, Y entrando en el navío no ha hallado Las barras, que en el agua se han echado.
Lo que nunca se les ocurrió fue tomar partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta, robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío.
Amábamos a don Pío y lo amábamos con toda el alma; temblábamos ante don Josef y lo respetábamos a fuerza de malquererlo. Don Pío era todo gracia, dulzura y amabilidad; una cara sin pelo de barba, daba a su fisonomía una jovialidad perpetua y atrayente. De dulces maneras, lleno de cariño por los muchachos, nadie le temía, pero todos lo contemplaban.
No será lo que enseñe sino los prolegómenos de nuestra ciencia verdadera; pero, aun así, se pasmará el mundo de oírla y de leerla y se crearán escuelas teosóficas en todas las naciones. Ya suponemos que el pío lector habrá adivinado que Sankarachária, aunque no la nombra, alude a la señora Blavatski.
Palabra del Dia
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