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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Si pudiesemos Escaparnos, señor, por otra via, El cielo sabe si me holgaria; Mas pues no puede ser segun yo veo, Y está ya mi muerte tan cercana, Lleva de nuestras vidas tú el trofeo, Y no la espada perfida Romana, Mas pues que he de morir, morir deseo En el sagrado templo de Diana: Alla nos lleva, buen señor, y luego Entreganos al hierro, al lazo y fuego.
Pues bien, anoche mi amigo tuvo ocasión de dar de estocadas á don Rodrigo... luego, deseando saber mi amigo si el herido tenía sobre sí alguna prueba de amores, le encontró... ¿Y qué encontró? Unas cartas... la prueba de la conspiración más pérfida... ¿Cartas de quién? De varias personas... ¿Había alguna del conde de Olivares? Sí... ciertamente contestó Quevedo á bulto.
Todo este público, o estaba sentado en sillas y bancos, formando corros, murmurando, politiqueando, coqueteando o enamorándose, o giraba en torno del quiosco, desde donde sonaba la música, dando vueltas y vueltas, aunque sea pérfida comparación, como mulos de noria.
Hablaba con un entusiasmo, con una unción, de su adorada, que daba pena el considerar lo engañado que aquel hombre vivía; digo, daría pena a cualquiera que no estuviese, como yo, profunda y vivamente llagado por el desprecio de otra pérfida. Ruborizado como un colegial y tembloroso, volvió a hacerme por centésima vez confidente de unas niñerías que nunca me parecieron tan ridículas como entonces.
«¡Muy bien!» se cumplimentó a sí mismo Krilov, con el corazón lleno de la alegría pérfida de un enfermo del hígado. Había algo de pintoresco, de sugestivo, de agradablemente inquietante en esa renuncia a su propia persona, en representar un papel antipático, en que los demás le odiasen y le temiesen.
Yo dejé correr en él la pluma con entera independencia, rechazando con horror, al trazar mi pintura, esa teoría perversa que ensancha el criterio de moralidad hasta desbordar las pasiones, ocultando de manera más o menos solapada la pérfida idea de hacer pasar por lícito todo lo que es agradable; mas confiésote de igual modo que, si no con espanto, con grave fastidio al menos, y hasta con cierta ira literaria, rechacé también aquel otro extremo contrario, propio de algunas conciencias timoratas que se empeñan en ver un peligro en dondequiera que aparece algo que deleita.
Por un lado, la mamá con sus sofoquinas y pellizcos, ordenándole que rompiese las relaciones con el hijo de Cuadros, por ser una proporción desventajosa y denigrante para la familia; y por otro, el tal señorito acosándola, enviando carta tras carta, unas veces en prosa y otras en verso, pero siempre repitiendo lo del corazón de hielo, pérfida, cruel, etc., etc.
Esto no estaba dentro del orden de las cosas admisibles, ni en armonía con su naturaleza delicada ni con el tono de sus cándidos ojos. Había evidentemente una pérfida maniobra en todo aquello ... ¡Pero ella había recibido las cartas! No tuvo tiempo de llevar más lejos sus inducciones, porque Herminia entraba con Roussel.
Era de noche, cuando me hizo llamar... ¡Ay! pluguiera al Cielo que nunca hubiera hallado a tan pérfida mujer. Mi vida no estaría amenazada por un terror incesante y por arrepentimiento continuo. Mi corazón es honrado y soy incapaz de cometer espontáneamente una injusticia; pero la compasión que me inspiraba...
María Teresa, muy ofuscada por las palabras de Diana, se quedó atrás, queriendo disimular la pena que tan pérfida insinuación le había causado. No era la primera vez que la joven se apercibía de la envidia de su prima y de su solicitud en decirle cosas desagradables bajo el falso aspecto de cordialidad.
Palabra del Dia
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