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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros, escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos, cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo preparado para que lo aprovechara otro.
Después, el libro estaba llenos de recuerdos del muerto: la Condesa confiaba a aquellas páginas sus más caros recuerdos de hija, con un dolor tan acerbo, pero al mismo tiempo consolado por la esperanza cristiana, que en ciertos párrafos parecía hablar aún del padre vivo, como al principio del libro.
Mientras leía estos párrafos, que ya le eran familiares, su pensamiento trabajaba aparte a impulsos de la alegría. ¡El buen amigo Pablo! ¡Y qué a tiempo llegaban sus consejos!... Le sacaba de Ibiza en el instante más oportuno, cuando se veía en guerra abierta con todas aquellas gentes rudas, que deseaban la muerte del forastero.
Luego, el poeta pronunció su discurso de gracias. Fué una hermosa pieza oratoria; y como Simoulin, á pesar de su lirismo, gustaba de tener siempre un tema fijo, en torno del cual podía enroscar caprichosamente sus improvisaciones, escogió uno: «el valor cívico y el valor guerrero». Inútil es decir que, desde los primeros párrafos, el pobre valor guerrero quedó muy por debajo del valor cívico.
Y al asentir ¿no participó de mi secreta idea, de que para nosotros lucía aún una esperanza como aquélla? Usted me dijo ayer que, aparentemente libre, la Condesa había contraído consigo misma un compromiso irrevocable, en el cual encontraba el obstáculo para su nuevo amor. Tal era, en el hecho, su sentimiento y en muchos párrafos de este diario se encuentra su evidencia.
Estos últimos párrafos ya no los leía el Magistral en voz alta, sino que había vuelto a sentarse y leía sin ruido y para dentro. Aunque algunos celos tenía de Santa Teresa, de la que veía enamorada a su amiga, estaba satisfecho, y el gozo le saltaba por ojos, mejillas y labios. «Aquello era vivir; lo demás era vegetar.
Estos tres capítulos los subdividía doña Tula, o, lo que es igual, el enano, en varios párrafos, igualmente numerados. Las palabras subrayadas, y había bastantes, lo estaban con tiralíneas. De todo esto saqué en limpio que, con el escándalo y la perspectiva de matrimonio, estaban bastante más blandos.
No sabemos a qué época fija se referirían estos párrafos sueltos que al vuelo cogía Barbarita cuando, ya casada, entraba en la tienda a descansar un ratito, de vuelta de paseo o de compras: «¡Qué hermosotes iban esta mañana los del tercero de fusileros con sus pompones nuevos!»... «El Duque ha oído misa hoy en las Calatravas. Iba con Linaje y con San Miguel»...
Ferragut creyó adivinar en este sacrificio un impulso de viejo galanteador, que le había hecho ir hacia Freya porque era hermosa. Además, este proceso representaba un acontecimiento parisién y podía dar cierta notoriedad novelesca á los que interviniesen en sus actuaciones. Unos cuantos párrafos más allá, el marino se convenció de que el maître había acabado por enamorarse de su patrocinada.
Entonces leía párrafos del libro de oro, que se le entraban en el alma a manera de hierro enrojecido en la carne: «¿Por qué temes, pues, tomar la cruz, por la cual se va al reino?
Palabra del Dia
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