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Actualizado: 15 de julio de 2025


Temían que los salvajes estuvieran preparando algún furioso asalto nocturno. Aunque nada sospechoso se viera ni se oyera en la llanura, había muchos indicios de que los salvajes tramaban algún plan. Hacia el Mediodía habían visto muchas bandadas de aves salir volando de los bosques de eucaliptos y dirigirse hacia el Norte.

Y fue un milagro de Dios que no nos oyera lo más de ello, porque con el obstinado empeño que yo tenía en que había de haber algo entre Lita y el médico, estuve verdaderamente pesado y machacón en ciertos pasajes del diálogo; particularmente durante las escapadas de Mari Pepa a la alcoba, porque había tosido mi tío o se creía que había llamado... o para ver si necesitaba alguna cosa, sin que tosiera ni llamara.

También podía ser que sonaran y ella no los oyera. Pero ¿cómo no los oía Segunda, que estaba al otro lado del tabique? Luego, el brazo se puso también como carne muerta, resistiéndose a moverse. «¿Será que me estoy muriendopensó la joven, echando miradas a su interior. Pero poco pudo ver allí, por estar el interior a oscuras o fantásticamente iluminado.

A la mañana siguiente, requerida por un vecino que oyera durante la noche extraños gritos, la policía entró en la casa desierta... Registrándola, sólo halló al mono gigantesco en su jaula, sentado sobre la paja, arrullando tiernamente en sus brazos a una mujer pálida, muerta, ¡muerta de terror!

»Esta idea me hirió como un rayo: sentí la sacudida en el pecho, y una oleada de lágrimas inundó mis ojos: ¡el primer beneficio que me otorgaba el duelo implacable de aquel día! Porque no oyera Luz mis sollozos, intenté cerrar la puerta; pero notó su débil rechinar y volvió la cara. Por si me había visto, me resolví a entrar, dispuesta a todo. De cualquier manera, yo no podía vivir así.

En cinco segundos pasamos como una exhalación por los durazneros, los naranjos y los perales, y fué en este momento cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida. ¡No quiero que me toque! grité aún. ¡Espérate! En ese instante llegamos al cañaveral. ¡Me voy a tirar al pozo! aullé para que mamá me oyera. ¡Yo soy el que te voy a tirar!

Los primeros días, después de separarse Ana y De Pas, era el Magistral quien preguntaba más a menudo a Teresina, afectando indiferencia, pero sin que su madre le oyera: «¿Ha habido algún recado, alguna carta para ?». Después, también doña Paula, a solas también, preguntaba a la doncella, con voz gutural, estrangulada: «¿Han traído algún recado... algún papel... para el señorito?».

Vio al cochero levantarse en el pescante y castigar con todas sus fuerzas a los caballos, sin que éstos aceleraran su marcha ni se oyera tampoco el chasquido del látigo. Procuraba Adriana, vanamente, recordar las circunstancias en que sin duda desistiera de casarse con Muñoz.

Mi interlocutor prosiguió como si no me oyera: El rey Eduardo VII tomó un maestro para aprenderlo, y lo ha puesto de moda. En Inglaterra, en Francia, en Bélgica, en Turquía y en Holanda, se han abierto cátedras de la asignatura.

Si aceptan el nombre, si se avienen á recibir el nuevo bautismo, con su pan se lo coman. Un hijo mio no tomaria seguramente tal profesion, al menos si mi hijo oyera la voz de su padre. Ni estoy conforme con la palabra Bolsa, ni con que la Bolsa tenga un palacio, ni con el juego que en el palacio se verifica.

Palabra del Dia

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