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Actualizado: 3 de noviembre de 2025


Paréceme oír esta pregunta, que es de estilo cuando se escucha contar algo de cuya exactitud dudan los oyentes.

Con verlo bastaba. No era cosa de exponerse a recibir un balazo por simple curiosidad. De vez en cuando, las noticias que el cazador ingería en sus relatos enfriaban el entusiasmo de los oyentes, haciéndoles retrasar la expedición para mejores tiempos.

Y más allá de las incalculables distancias, el espacio, siempre el espacio por todos lados, con nuevos torbellinos de mundos, sin límite ni barrera. Gabriel hablaba en medio de un silencio solemne. Los oyentes cerraban los ojos, como si les atolondrase tanta grandeza y sintieran el mareo de las alturas. Seguían con la imaginación las descripciones de Gabriel.

Algunos oyentes, los más sombríos, sonreían con gesto compasivo oyendo sus maldiciones a la fuerza y sus himnos a la dulzura y al triunfo por la resistencia pasiva. Era un ideólogo, al que había que oír porque servía a «la causa». Ellos, que eran los hombres, los luchadores, sabrían en silencio aterrar a la sociedad maldita, ya que se mostraba sorda a la voz de la Verdad.

Herr Rath continuaba entre amigos su discurso, y los oyentes se sacaban el cigarro de los labios para lanzar gruñidos de aprobación. La presencia de Julio provocó una sonrisa de general amabilidad. Era Francia que venía á fraternizar con ellos.

Digo, pues, que pueden trabajarse las oraciones con estudio, y á veces es necesario valerse del arte para hacerlas perfectas; porque el fin principal del Orador es persuadir, y para esto algunas veces es menester excitar los afectos, y animar las pasiones de los oyentes, lo qual con el arte se hace maravillosamente.

En los círculos sociales y políticos de sus respectivos países un poco remisos al progreso, lentos en su desarrollo, un poco estrechos en su economía, trágicos en su política, caóticos y confusos en su total existencia narrarán lo que vieron en Buenos Aires, dando a sus oyentes la sensación de haber contemplado en el Sur el foco civilizador del Continente, un foco en que, por virtud del progreso, de la cultura y de la riqueza colectiva, por la tolerante convivencia de todas las ideas, en sólida y arraigada paz, es ya su luz fija y segura, irradiando sobre todos los pueblos que moran en lamentable turbulencia entre el mar Caribe y el río de la Plata.

Hasta recitó unos versos latinos, traduciéndolos, para hacer saber á sus oyentes que los rosales de esta tierra florecían dos veces al año. Freya desarrugó su ceño, volviendo á sonreír. Había olvidado el disgusto reciente, para desear uno de los rosales maravillosos. Y Ferragut, ante este capricho de una vehemencia infantil, habló al guía con autoridad.

Don Narciso tomó el boletín, mi tía se sentó en una silla y los demás circunstantes rodearon al lector. Don Narciso leyó con voz conmovida. La victoria era completa. A la lectura de cada nombre de guerrero, las exclamaciones de júbilo de los oyentes interrumpían al lector.

408 Lo que pinta este pincel ni el tiempo lo ha de borrar; ninguno se ha de animar a corregirme la plana; no pinta quien tiene gana sino quien sabe pintar. 409 Y no piensen los oyentes que del saber hago alarde; he conocido aunque tarde, sin haberme arrepentido, que es pecado cometido el decir ciertas verdades.

Palabra del Dia

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