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Actualizado: 14 de noviembre de 2025


Es, sin embargo, muy pintoresco mi pueblo natal y yo estoy muy orgullosa de él... Situado en el extremo de una cadena de montañas, a modo de un punto final, Aiglemont, mi tranquilo pueblo natal, se levanta en la roca con la majestad de una cosa vieja dormida en la serena conciencia de un largo pasado.

LA DAMA. ¡No..., no...! ¡No me abandone usted, señora...! Lo que me inquieta no es solamente el rostro, sino el cuerpo. Quise adelgazar, y mi pecho, demasiado voluminoso, se convirtió... El resto de la confesión se pierde en el oído complaciente de La Choute; la dama, orgullosa, se muestra desde los pies a la cabeza. No es solamente el pecho el que se le cae.

Adiós amores con don Álvaro, amores cada vez más escasos, más escatimados por el libertino gracioso, que iba menudeando las propinas y encareciendo las caricias, pero al fin amores señoritos, que la tenían orgullosa. ¿Qué hacer? No cabía duda, ser prudente, coger el codiciado fruto, entrar en aquella canonjía, en casa del Magistral.

Estaba desatando los lazos de las trenzas... Quería ver otra vez tus cabellos sueltos. No hay espectáculo que me cause más placer. ¡Si es capricho, yo las desataré!... Aguarda dijo la niña, que estaba orgullosa, y con razón, de su pelo. ¡Oh, qué hermosura! ¡Esto es un prodigio de la naturaleza! exclamó Gonzalo, introduciendo en él sus dedos.

Rosa, hecha un ovillo en el suelo, sangrando por el rostro, contestaba con el valor pasivo y salvaje de las aldeanas avezadas a los golpes: No, no quiero; ¡no quiero! ¡Ya querrás, remaldita!... ¡yo te haré querer!... ¿Estás orgullosa porque te canta al oído el sobrino del señor cura, verdad?... ¿No sabes para qué te quiere a ti el sobrino del señor cura, verdad?

Por lo mismo que su hijastra había sido siempre fría y altanera con todos, menos con ella, jamás había dudado de la sinceridad de su cariño. Estaba con él satisfecha y orgullosa. Le bastaba para compensarle de la indiferencia despreciativa que observaba en cuantos se acercaban a ella. La horrible sospecha que a viva fuerza había penetrado en su corazón lo llenaba de amargura.

Una sonrisa de inefable deleite se diría que aún vagaba sobre sus labios. Por ellos, sin duda, había volado el alma envuelta en un suspiro de amor, y orgullosa de haber sabido inspirar cariño bastante para producir aquel abrazo. ¡Qué mujer verdaderamente enamorada no envidiará la suerte de esta Reina! El Rey probó el mucho cariño que le tenía, no sólo en vida de ella, sino después de su muerte.

La baronesa había visto con muy malos ojos la partida del pintor, por cuanto así se aplazaba indefinidamente la terminación de su retrato, de que ella, a justo título, se sentía no sólo cumplidamente satisfecha, sino hasta orgullosa, porque en él se veía, cual si se mirara en su espejo, con un no sabía qué de algo más que ese pícaro espejo le rehusaba obstinadamente, habiendo tenido el artista la galante condescendencia de otorgárselo.

La joven geología luchando contra su hermana mayor la astronomía, reina orgullosa de las ciencias, lanzó un grito titánico. «Nuestras montañas, dijo, no han sido lanzadas á la ventura, como las estrellas en el firmamento, sino que forman sistemas do se encuentran los elementos de una ordenación general, no ofreciendo de ello ningún vestigio las constelaciones celestesFrase tan atrevida y apasionada escapóse de los labios de un hombre cuya modestia iguala á su saber, M. Elías de Beaumont.

Yo no soy orgullosa y mi mamá hace todo lo que yo quiero. Sin darse por vencido, no ocultando su triste escepticismo, Ramón objetó todavía: Su mamá hace ahora todo lo que V. quiere, niña, porque V. está enfermita; pero cuando V. sane, será otra cosa...

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