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Actualizado: 17 de noviembre de 2025


Se levantó temblando, se acercó de puntillas y quitó las ropas: la puerta estaba cerrada y tenía el pasador echado; pero... ¿podrían abrirla desde la parte opuesta? Mejor dicho: ¿podría Juan entrar por allí? «No me acuesto», pensó; y volviendo a sentarse en la butaca, dejó pasar unos minutos, que le parecieron siglos.

Los muebles vestidos de raso azul; las cortinas y el papel de las paredes, del mismo color. En el hueco de dos ventanas había un armario de caoba con espejo de cuerpo entero. El tocador, abrumado bajo el peso de los frascos, arrimado a la pared opuesta. La alfombra era blanca con flores azules.

El pañuelo arrastrado por el movimiento constante del remolino, había ido naturalmente á enredarse en las ramas del fatal matorral, á una corta distancia de la opuesta ribera. Fíe en , señorita exclamó el señor de Bevallan. En diez minutos tendrá usted su pañuelo, ó no seré quién soy.

Despues de la espulsion de los Jesuitas, fué transferida esta mision á la ribera opuesta, sobre una dilatada llanura anegada en partes, y donde un pequeño arroyo que comunica con el Mamoré facilita la navegacion en el período de las lluvias.

Al apearse del vehículo, ante el despacho de la diligencia, el viajero, por demás confiado, acostumbra salirse del pueblo con la idea de que éste se halla en una dirección totalmente opuesta a la verdadera.

Verdaderamente, mi facha no es para acompañar á una señorita. Usted va á venir conmigo, y yo no dónde meterla, pues las ropas ligeras que me cubren en este momento carecen de bolsillos. Quedó en actitud reflexiva, acariciándose la mandíbula inferior con la mano que tenía libre, mientras sostenía á la joven en la palma de la mano opuesta. ¿Se siente usted capaz de viajar montada en mi cabeza?

Como la casa estaba situada a la entrada del pueblo y era de las más altas, desde los ventanillos de ambos lados del pajar se veían, hacia una parte la larga línea de la carretera, que iba a perderse en una curva sombreada por robustos nogales, y en opuesta dirección la pequeña esplanada que había ante las ruinas de la estación del ferrocarril.

No, no; pero las consecuencias... Mira, Clara, ve á mi joyero, busca uno de los lazos de diamantes de los seis que sabes... y tráemelo... tráete también unas tijeras. Doña Clara salió de la cámara por una puerta opuesta á la por donde había entrado y volvió á poco; traía un lacito de oro y diamantes, cuyo nudo podía contener en la parte interior un grueso como de un dedo.

Dificultosamente, a causa de los muchos vehículos que embarazaban la calle, avanzó el carruaje; a cada dos pasos había que detenerse, volver atrás, haciendo pesadas estaciones de vía-crucis, y a veces rodear la manzana y tomar una calle opuesta, para sufrir nueva detención en la primera esquina, ya por un carromato que no se movía, o un tranvía y un coche que habían chocado.

Desde allí, añade el geógrafo griego, comienzan á levantarse los Montes Marianos cargados de plata, y á mano izquierda se tiende la Campiña. A poca distancia de Peñaflor, en la márgen opuesta, se descubre la villa de Palma del Rio, que hicieron famosa en la edad media los grandes hechos de armas de sus señores los Bocanegras y los Portocarreros.

Palabra del Dia

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