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Marcha al salón. El tío se incomodará, porque te olvides de él. ¿Olvidarse de su tío? Ante tal suposición, le faltó el tiempo para correr en busca de don Juan. Visanteta acababa de tender el mantel adamascado, brillante de blancura, sobre la mesa del comedor, pieza de ebanistería moderna, tallada a máquina, que con su color obscuro imitaba al roble de un modo discreto.

En voz baja dijo que el señor cura iba a olvidarse del De profundis. Tanto agradó este chiste a la tía María, que por espacio de quince días no habló con alma viviente a quien después de los buenos días no se lo refiriese, en honra y gloria de su protegido. Y a él le causó tal embarazo el asombroso éxito de su chiste, que hizo voto de no caer en semejante tentación en todo el resto de su vida.

En este bulle-bulle de las pasiones de los hombres del día prosiguió Maxi con cierto énfasis , llega uno a olvidarse de que vivimos para perdonar las ofensas y hacer bien a los que nos han hecho mal. Tiene usted razón, hijo... y dichoso mil veces el que como usted, así, tan jovencito, llega a posesionarse de esa idea y a hacerla efectiva en la vida real.

Con lo cual se exacerban los males de Verónica, que tienen su asiento en la desarreglada máquina nerviosa, y recuerda, es decir, vuelve a pensar que hay entre ambos un grave asunto pendiente, del que parece haberse olvidado él, o lo que es peor, que trata de olvidarse; y entonces juzga que su conducta es muy poco galante, quizás desleal, si bien se mira.

Todos son ustedes iguales. Hoy ésta, mañana la otra... Mariquilla está fuera, y se habrá usted dicho: «Vamos a ver a lo que sabe su amiga». ¡Qué mal pensada! Verdad que tiene usted disculpa, porque como está usted tan guapa, no haría ningún disparate quien se volviese loco por usted. Las miradas de Carolina eran incendiarias; don Quintín empezaba a olvidarse de Mariquilla.

Y las comadres de la huerta, sin perjuicio de olvidarse alguno que otro sábado de los dos cuartos de la escuela, respetaban como un ser superior á don Joaquín, reservándose un poco de burla para la casaquilla verde con faldones cuadrados que se endosaba los días de fiesta, cuando cantaba en el coro de la iglesia de Alboraya durante la misa mayor.

Nunca mostró desconocer ni olvidarse del decoro debido a la mujer amada. Otros procuraron seducirla fingiéndose enloquecidos por su belleza, no elogiando más que sus encantos materiales: Juan le había dado a entender muchas veces que también apreciaba en ella el ingenio y la bondad: además, había hecho lo posible por despertar en su ánimo aversión a la vida teatral, en lo que tenía de peligrosa.

Corrió hacia su caballo, que seguía rumiando la hierba sin asustarse de los tiros, como si estas detonaciones fuesen ordinarias en su existencia. Luego desapareció detrás del rancho. Piola pareció olvidarse de Watson, para pensar en su propia seguridad. También era hombre de á caballo, y se consideraba más seguro y fuerte sobre la silla que á pie.

Don Rosendo fué quien le dió los puñetazos consabidos en la espalda para que arrojase la espina. ¡Espectáculo hermoso y ejemplo de hidalguía que no podrá olvidarse jamás! Terminado el almuerzo, don Rosendo y sus compañeros montaron en el carruaje y se restituyeron a Sarrió. Más de media población, prevenida ya por el telegrama, les esperaba en las afueras.

Y todo en su persona demostraba la facilidad con que podía olvidarse de su parentesco si recibía la orden de proceder contra don Marcelo. Calló éste, bajando la cabeza. ¡Qué iba á hacer!... El capitán reanudó sus amabilidades, como si hubiese olvidado lo que acababa de decir. Quería presentarle á sus camaradas.