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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Veremos... dijo distraída Jacinta levantándose, porque había oído el repique del timbre con que su marido llamaba. Faltaba algo antes de que Adoración se despidiera. Su protectora le daba siempre una golosina, y aquel día hubo de olvidarse. Quedose parada la niña en medio del gabinete aun después de los últimos besos de la despedida.

Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido.

Su egoísmo candoroso, pero fuerte, estaba cansado de pensar en los demás, de olvidarse a mismo, no quería más tiempo de servidumbre, y si Ana se quejaba, su marido torcía el gesto, y hasta llegó a hablar con voz agridulce de la paciencia y de la formalidad.

Felipe IV, fiándolo todo y descansando de todo en sus privados, a la mañana iba de caza, a la tarde ponía rejones, y de noche buscaba en los camarines del Retiro y en las celdas de San Plácido aventuras con que olvidarse de que los tercios morían de hambre en los Países Bajos y Portugal se alzaba independiente.

La muerte de Arturito y la pérdida del bastón, aunque pronto empezaron a olvidarse ambas cosas, y por último la aparición de la famosa contralto Rosina Stolz, que iba a estrenarse en el teatro principal, en la Semíramis de Rossini, donde ella era admirable, como actriz y como cantora, haciendo el papel de Arsaces.

Los cuatro años de vida placentera le habían hecho olvidarse de entrar en mismo, recordar su historia, meditar sobre lo presente y lo porvenir. Al tropezar con aquellos restos de su familia despertaron súbitamente en su alma mil recuerdos dolorosos y alegres de la infancia, presentimientos y dudas que le tuvieron por algún tiempo melancólico.

Luego se han visto en París, aturdidos por la muchedumbre y por la noche, desamparados, no sabiendo cómo seguir su camino. Valor, mi hombre repite la esposa. Pero tiene que olvidarse de su compañero para dar gracias, con una cortesía de otros tiempos, á alguien que le toma la maleta é intenta levantar al viejo. Es la muchacha ácida, que da órdenes y empuja con irresistible autoridad.

Al principio volvió repetidas veces la cabeza para ver si la observaban los empleados del cinema y recibir su aprobación. Pero el espectáculo la hizo olvidarse pronto de la realidad. El alemán perseguía ya á la alsaciana, desarrollándose sobre el lienzo blanco las complicadas aventuras de la novela cinematográfica.

Aquellos espíritus ascéticos no podían olvidarse de que era un día consagrado por las penitencias de Jesús en el desierto. En su consecuencia, las niñas que se acercaron al piano abstuviéronse de cantar el vals de La Bujía Elegante. Sus gargantas piadosas no modularon más que el Ave María de Schubert, la de Gounod y otras piezas donde se exhala el amor divino.

Ni creo esto ni lo de don Rodrigo Calderón. ¡Bahblasfemia! es cierto que la reina no ama al rey, pero de esto á... á olvidarse de quien es... ¡Vamos, no puede ser! Y recordando luego cuanto había visto y oído, exclamaba: Pero las mujeres, con corona ó sin ella, son siempre mujeres, capaces de hacer lo que ni aun se podría pensar.

Palabra del Dia

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