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Actualizado: 26 de junio de 2025


¡Dios de Dios! exclamó el sargento mayor, atusándose el mostacho y parándose delante de Luisa, el un pie adelante, afirmando el cuerpo en el otro y la mano en la cadera; ¿pues por qué, buena moza, no estoy yo ahora en Nápoles? ¿Qué diablos tendrá que hacer este tunante en Nápoles? pensó Quevedo ; oigamos, y palabras al saco. Es que si te fueras y no me llevaras, yo moriría de pesar.

Aquí no hay padre ni hijo; sólo hay el duque de Lerma, favorito del rey, y el duque de Uceda, favorito del príncipe de Asturias. Oíd, pues, las condiciones de avenimiento entre el duque de Lerma y el duque de Uceda. ¡Oigamos! dijo con sarcasmo Lerma. Me daréis una parte de lo que os produce el favor del rey. Disgustos, compromisos.

Como quiera que ello sea, yo voy a dejar hablar al Vizconde. Oigamos lo que sobre este particular decía: Rafaela es, a mi ver, una mezcla de extrañas cualidades. Las espontáneas, las que debe a la naturaleza inculta, sin modificación ni mejora, tienen cierta bondad radical. Sobre las que debe al arte hay que decir no poco, empezando por hacer una distinción.

En quanto á los peritos es necesario no creerlos sobre su palabra, porque acontece que el Pueblo tiene por peritos á los que no lo son, y para no ser engañados es preciso que oigamos sus pruebas.

Oigamos las impresiones primeras de Martí, en los campos de Cuba libre: «Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo.

El señor de Migajas dijo la Princesa mirándole con benevolencia no ha venido aquí á divertirnos. Eso no quita que le oigamos con gusto pregonar La Correspondencia y los fósforos si quiere hacerloHallaba el granuja esta proposición tan contraria á su dignidad y decoro, que se llenó de aflicción y no supo qué contestar á su adorada.

¿En qué puede fundarse tamaña extrañeza? oigamos al filósofo, que dice cosas muy buenas, pero que no se alcanza cómo pueden conducir á la destruccion del escepticismo. «Los escépticos van repitiendo siempre que las cosas les parecen, pero que ignoran lo que ellas son en realidad; confiesan los efectos y conceden por consiguiente que estos efectos tienen sus causas; pero afirman que no conocen á estas porque ignoran el género ó la forma segun la cual las cosas se hacen.

Se levantarán algunos de sus asientos. Ya. Acaban de decir que quedan enterados. Nosotros también. Tanto ruido para nada. Silencio, señores, que vamos a oír un discurso. ¡Un discurso! Oigamos. ¡Qué ruido en los palcos! Si no calla el público, el presidente mandará bajar el telón. ¿Es aquel clérigo que está allí enfrente quien va a hablar?

Dejémosles envueltos en el velo de su discreto incógnito, y oigamos a Fernández, que desbordándose de su propio ser, a causa de la exorbitante hinchazón de su orgulloso júbilo, iba contando lo que oyera, sin dejar de aderezar sus relatos con la sal y pimienta de la hipérbole. Pues en Andalucía dijo , en Andalucía..., ya saben ustedes dónde está Andalucía; como si dijéramos en Cádiz..., pues.

Doña María, desde su trono, me interpeló pomposísimamente de esta manera: Pero, Sr. D. Gabriel, que oigamos todos esas maravillas que está usted contando con tanta vehemencia, con tanto ardor.

Palabra del Dia

rigoleto

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