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Actualizado: 13 de junio de 2025
Aprovechándome de la influencia de mis amigos, he conseguido para usted esta distinción: al pisar por última vez su casa, he venido con el propósito de aumentar en algo las alegrías de este día; y usted, en cambio, acaba de ofenderme desapiadadamente: soy hijo natural.
Pues no lo sé; pero aquí viene el almuerzo, señores: sentiré trataros mal; vosotros tendréis la culpa; doy lo que tengo. ¡Y como tenéis un cielo!... ¡Bah, don Francisco! cuando me requebráis, no sé si debo ofenderme, ó... ¿Es esta negra vuestra cocinera? Sí por cierto... dijo un tanto resentida Dorotea del cambio de conversación de Quevedo. Y bien, carbón viviente, ¿qué nos das de almorzar?
Mas ¿quién es? ¿Cuál es su nombre? ¿Cómo la viste?... Porque me hayas ofendido con tu abandono, ¿quieres ofenderme más con tu culpable silencio y criminal reserva? La hora del peligro pasó ya, y las entradas y algaradas en tierra de cristianos las guardo hasta mejor tiempo; para hacer más doloroso el mal es fuerza dar a los hombres algún aliento y descanso.
Yo no puedo ofenderme de lo que me da risa. ¿Y qué os da risa en esto? El secreto que gastáis... como si no supiéramos que en palacio es muy fácil tener amores altos. Como es muy difícil que vos dejéis de ser una deslenguada. Os advierto, hermano bufón, que si mi esposo os oye, que pudiera ser, os cortará una oreja. ¡Bah! ¡el escuderote!
Pero al fin... Díjela yo que quien la deseaba era tan alto personaje, que sería necesario, para que no le conociese, que le recibiese sin luz. ¿Y qué dijo á eso? Quiso echarme rudamente de su casa... hizo como que se irritaba... pero no me echó... al fin de muchas réplicas me dijo: no hay persona que no pudiera ofenderme con una solicitud tan extraña sino el rey. ¿Eso dijo? exclamó el duque.
Esa boca no es la mía, ¡cuidado con ello! Digo que hay esas bocas, y no digo más que eso replicó el hombrazo. Santo y corriente; pero yo vuelvo a preguntarte si va o no va, para conocimiento de mi sobrino, todo tu pasaporte, ¡cuartajo! Y yo te respondo que lo que es honra para mí, no puede ofenderme. Con que allá te veas, y no hay más que decir.
Si te has ofendido porque haya paseado con Estévanez... ¿Ofenderme...? No, querido, no; el espectáculo de la miseria humana no ofende; entristece solamente.
Pepita seguía llorando y sollozando sin contestar. ¡Ea! Déjate de llanto y dime lo que tienes. ¿Qué te ha dicho el vicario? Nada ha dicho que pueda ofenderme contestó al fin Pepita.
Yo soy en efecto, dijo doña Guiomar, y dígoos a lo de la disculpa que en el que fue vuestro enamorado encontráis, que no la merecía; que no una locura de amor le llevó a punto de ofenderme, sino un apetito desordenado y asqueroso; y no pasión tuvo por mí, sino empeño tenaz por el que olvidó hasta el último vislumbre de su honra; que no atreviéndose a insistir en sus solicitudes, temeroso de un nuevo y más grave castigo, tiró a vengarse, y como no tenía de qué, porque la justicia que se sufre no da ni puede dar lugar a la venganza, quiso deshonrarme propalando contra mí inauditas calumnias, que por fortuna mía acabaron donde empezaron.
Palabra del Dia
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