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Ustedes nos achacan á nosotros todas las faltas porque no ven más que nosotros que estamos cerca, dijo en acento menos arrogante; es natural, ¡no me estraña! el pueblo odia al soldado ó al alguacil que le prende y no al juez que dictó la prision.

Para guardar á los penados hay buenas tropas, sólidas fortificaciones y rápidos navíos que recorren las costas. ¡Parece usted encantado por ello! contestó con vivacidad la joven. La verdad es que no lo comprendo. Hay momentos en que parece que odia usted á su antiguo amigo. ¡Odiarle! no; pero le vitupero severamente por haber malgastado tan torpemente su vida y alterado la de los demás.

Cuando yo estuve en Cádiz hace treinta años contestó la tía María , vi una cosa que se me ha quedado bien impresa. Voy a referírtela, Momo, y quiera Dios que no se te borre de la memoria, como no se ha borrado de la mía. Era un letrero dorado, que está sobre la puerta de la cárcel, y dice así: ODIA EL DELITO Y COMPADECE AL DELINCUENTE.

Yo no soy mas que uno de tantos. ¡La Legión!... Cada seis meses cambia de coronel: se lo matan, y otro viene á ocupar su puesto, destinado á morir lo mismo. ¡Y cómo nos odia el enemigo!... Nosotros tenemos un orgullo. Entre los prisioneros que hay en Alemania no existe uno solo de la Legión extranjera.

Adiós, señor, la desdichada á quien conocéis y que no os maldice, porque no sabe maldecir; que no os odia, porque no sabe odiarDespués de escrita esta carta, la duquesa la guardó cuidadosamente, envolvió cada suerte de letras de las que había cortado en su papel correspondiente y las guardó, cerró asimismo el libro de devociones, y se acostó.

Entre las muchísimas faltas que me ponen los críticos, nada me aflige tanto como que me acusen de pintar siempre mujeres algo levantiscas y desaforadas. «¿Con quién se trata el autor? dicen . ¿No ha conocido sino mujeres livianas? ¿Por qué no nos presenta en sus historias a las honradas y puras, a las que cumplen siempre con su deber, a las que pueden y deben servir de modelo?» «Este autor añaden odia a las mujeres o tiene malísima opinión de ellas

y que lleva á Musset á hallar en el fondo del vaso de los placeres el hastío que le mata, á Lamartine á suspirar por el amor ideal que no tiene nombre ni objeto en la tierra, y á Espronceda á pedir un bien, una gloria que él imagina, y que en el mundo no existe, y á desesperarse porque palpa la realidad, odia la vida, y sólo cree en la paz del sepulcro.

Me ha dicho que se casará conmigo. ¿Y le has creído? ¡Yo! Le he dicho que espere y que te preguntaré a ti, pero él me ha contestado que no quiere que te diga a ti nada. Claro. Porque yo echaría abajo sus planes. Te quiere engañar, y quiere deshonrarnos, y que el pueblo entero nos desprecie porque me odia a .

La de la ópera de Rossini representaba las inmediaciones de un castillo feudal, donde habitaba aquel señor que aborrecía las mujeres; a la puerta había un gran letrero que decía: Il feroce Coradino odia il sexo feminino.

Imagínate que en la extremidad del jardín inglés sobre el cual da su salón y su tocador, hay una cascada, a decir verdad, poco ruidosa, pero cuyo sordo murmullo resulta un poco molesto. En los bordes del pequeño estanque que forma la cascada al caer, han sido plantados unos cuantos sauces llorones, árbol que odia la señorita de Valency.