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Actualizado: 29 de junio de 2025
El exceso de sacerdotes era tal que las prebendas eclesiásticas más disputadas y con más artimañas que los empleos políticos en nuestros días se vendían para cuando ocurriera la vacante y hasta en 2.ª, 3.ª o 4.ª andana.
Desconfiando de los recursos de Enrique IV para resistir, y aun de que en Inglaterra dieran á sus enemigos la atención debida, le instigaba á despertar el espíritu público, temeroso de que les ocurriera lo que á las vírgenes de la parábola del Evangelio, que se acordaron tarde del aceite. El que espera siempre es vencido; de los audaces que atacan es el lauro.
Calendal es sólo un pescador; el amor lo transforma en héroe... Para conquistar el corazón de su amada, la hermosa Estérelle, acomete empresas milagrosas, y los doce trabajos de Hércules son nada si se comparan con los suyos. Una vez, como se le ocurriera hacerse rico, inventa formidables artes de pesca y arrastra al puerto todos los pescados del mar.
Aquel ingenierillo no tenía otros medios de vida que los que él le diese: ni riqueza, ni poder, y sin embargo, era posible que por sus pocos años, por su cara de madamita con bigote, no le ocurriera lo que á él con todos sus millones. ¡Cristo! ¿Para qué servía, pues, el dinero? Aresti se impacientaba. Bueno, hombre: deja en paz á ese chico, y si no quieres verle en seguida, que aguarde.
A todas las conocía, y se enteraba de lo que iban a vender y de cuanto ocurriera en la familia de cada una de ellas.
Algunas veces habían osado apedrear de lejos á la guardia civil, cuando en vísperas de revuelta paseaba sus tricornios por los caminos de la montaña. Ahora, el Milord hablaba con terror de frecuentes robos de dinamita en los depósitos de las canteras. Los cartuchos debían ocultarlos los pinches en previsión de lo que ocurriera. ¡Buena se iba á armar!...
Mi mujer hizo ademan de replicarme, sin duda para tranquilizar mis escrúpulos, porque tiene demasiado sentimiento moral para no comprender que la razon estaba de mi parte; quiso contestarme, repito; pero tuve la suerte de que se me ocurriera una observacion, á la cual no resiste nunca una mujer.
Multitud de dichos y de ingeniosidades se encuentran en tales sermones, y en cuanto á sus sentencias, sirva esta de ejemplo: «En tiempo del mencionado señor ilustrísimo don Ambrosio Ignacio Espínola y Guzmán, arzobispo de esta ciudad de Sevilla, se construyó en su palacio una magnífica escalera de piedra de jaspe, y como Amaro iba diariamente al palacio á procurar limosna, luego que vió concluida la escalera subió por ella y preguntó á los pajes que estaban al paso que cuánto había costado aquella alhaja: le dijeron una cantidad excesiva, por oir lo que se le ocurriera á Amaro, el que respondió con gran prontitud: Muy santo debe ser su ilustrísima, pues se ha atrevido á hacer lo que no hizo Cristo, pues el diablo le pidió á su Divina Majestad que convirtiese las piedras en pan y su ilustrísima lo ha hecho al revés porque el pan de las pobres lo ha convertido en piedras que sólo sirven para obstentar la grandeza y vanidad de este mundo.
Con tal de que yo llegue a ser algo para ese alguien... murmuré con nueva angustia. ¿Por qué no? respondió la abuela con orgullo. Tendría que ver que a ese señor se le ocurriera criticarte... Sin criticarme, podría sencillamente no reparar en mí... ¿En ti?...
Godfrey tenía instrucción privada de comunicar todo cuanto ocurriera á su nuevo amo: tal era la verdadera misión, á cuyo cumplimiento se deben las noticias que irán apareciendo.
Palabra del Dia
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