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¿Lo ve usted? Pues esto me van diciendo todos los diputados que me han pedido el voto de diez años a esta parte. ¡Ya! Promesas vanas. Como las de usted. ¡Hágame usted más favor, señor mío, que yo soy una persona de formalidad! Que el día en que sea diputado tendrá cien mil cosas en qué ocuparse, más formales que este pobre camino. Cuando yo doy una palabra...

Después que estuviese en el mundo ¡bien se acordaría Ventura de coloretes! ¡Anda, anda! pues no tendría poco que hacer para tenerle limpio, darle el pecho y entretenerle cuando llorase. Y él estaría tan embobado contemplándolo, que no tendría tiempo a ocuparse en si su mujer traía tal o cual vestido, ni siquiera si estaba de bueno o de mal humor.

Ahora empieza á llevarse corta y con mucho vuelo. Desnoyers tuvo que ocuparse del vestido con tanto apasionamiento como de ella, mezclando las apreciaciones sobre la reciente moda y los elogios á la belleza de Margarita. ¿Has pensado mucho en ? continuó . ¿No me has engañado una sola vez? ¿Ni una siquiera?... Di la verdad: mira que yo conozco bien cuando mientes.

El hombre de hoy debe ocuparse de hacer su trabajo sobre la tierra, de modificar incesantemente el ambiente natural y social en que vive; y el cristiano no da importancia á una sociedad por la que pasa transitoriamente y cuyos intereses no deben preocuparle, pues su verdadera vida está más allá de la muerte.

Si usted confiesa esos defectos en su sociedad, repuso Isagani, ¿por qué entonces meterse á arreglar sociedades agenas en vez de ocuparse antes de misma? Vamos alejándonos de nuestra cuestion, joven; la teoría de los hechos consumados debe aceptarse...

A doña Lupe le pareció la amonestación muy impertinente y descortés, porque ¿a santo de qué venía el hablar de pecados ajenos, teniendo tantos propios de qué ocuparse? Verdad que su sobrina política no había sido un modelo; pero ya estaba corregida y no había que volver sobre lo pasado. «Ya sabemos que te tratan muy bien» dijo, para variar la conversación.

Por fortuna, un sinnúmero de enfermedades provenientes de la vida crapulosa del doctor surgieron en su gastado organismo, y murió cuando ya su mujer, si no le odiaba, veíase separada para siempre de él por sus infidelidades y desvíos. La muerte del primo Rafael hizo que don Juan volviera a casa de su hermana y se dignase ocuparse en sus asuntos.

Pero no pasó de aquí, pues doña Lupe tuvo que ocuparse de cosas más graves que averiguar si su sobrino podía o no podía. Papitos fue quien le salvó aquel día, atrayendo a toda la atención del ama de la casa. Porque la mona aquella tenía días. Algunos lo hacía todo tan bien y con tanta diligencia y aseo, que doña Lupe decía que era una perla. Pero otros no se la podía aguantar.

Decimos buena suerte, porque Gonzalo temblaba ante la idea de subir a la casa y tropezarse con Cecilia. Había cumplido ya los veinte años. La idea de hacerse ingeniero industrial y ocuparse en algo útil, volvía de vez en cuando a su espíritu en medio de aquella vida holgazana.

Habituado a recibir ayudas pecuniarias sin ocuparse directamente del manejo de sus intereses, Ojeda se creyó rico, muy rico, viéndose propietario de una casa en Madrid y muchas tierras en Andalucía. Su hermana estaba casada con un ingeniero, hombre formal, que había hecho su fortuna en la América del Sur, ayudado por algunos parientes.