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Actualizado: 30 de abril de 2025


Deber... sacerdocio... votos... castidad... todo esto le sonaba ahora a hueco: parecían palabras de una comedia. Le habían engañado, le habían pisoteado el alma, esto era lo cierto, lo positivo, esto no lo habían inventado Obispos viejos: el mundo, el mundo era el que le daba aquella enseñanza. Ana era suya, ésta era la ley suprema de justicia.

Pasando de la jurisdiccion suprema del reino de Borgoña á la del imperio germánico, vivió durante siglos en lucha constante contra los obispos y sus aliados los nobles, forcejando por asegurar su libertad y sacudir la dominacion eclesiástica.

Al mismo tiempo que la geografía árabe hacía surgir tierras del Mar Tenebroso, la leyenda cristiana lo poblaba con islas no menos maravillosas. Cuando los moros invadían la Península derrotando al rey Roderico, una muchedumbre de cristianos, llevando a su frente a siete obispos, se había embarcado, para huir Océano adentro hasta dar con una isla en la que fundaba siete ciudades.

En nuestra vida de viajero y de diplomático hemos tenido ocasion de estudiar de cerca y con detenimiento las costumbres de las sociedades de Europa: en ninguna ni nunca hemos encontrado la admirable igualdad práctica de nuestra España, donde en rigor no existen clases: aquí, entre nosotros, lo mismo hoy que en tiempo del absolutismo, todas las carreras y dignidades del Estado han sido accesibles al pueblo; de sus filas han salido ministros, generales, obispos, estadistas, todo: hoy, como siempre, están abiertas á todas las clases de la sociedad española las carreras todas: no tenemos aristocracia de hecho: el clero, el pueblo, la nobleza, la clase media, se mezclan y confunden en sus reuniones, en sus enlaces, en sus actos todos de la vida pública y privada.

Así se comprende dijo Gabriel la cínica confesión del canónigo Llorente al explicar por qué fue secretario del Santo Oficio: «Tocaban a asar, y para no ser asado, me puse de parte del asador.» A los hombres inteligentes no les quedaba otro remedio. ¿Cómo resistir y rebelarse? El rey, dueño de vidas y haciendas, no era más que un servidor de obispos, frailes y familiares.

Esta queja en efecto elevaron al rey D. Fernando IV en las córtes de Valladolid la mayor parte de los obispos y cabildos de todos los reinos, y en vista de tan justa y debida representacion, mandó el rey librarles la carta que trae Gomez Bravo en su Catálogo de los obispos de Córdoba, cap. VI, lib. 3.º El obispo D. Gil.

Y paréceme a que en esto de los gobiernos todo es comenzar, y podría ser que a quince días de gobernador me comiese las manos tras el oficio y supiese más dél que de la labor del campo, en que me he criado. -Vos tenéis razón razón, Sancho -dijo la duquesa-, que nadie nace enseñado, y de los hombres se hacen los obispos, que no de las piedras.

Entra en Córdoba triunfante S. Fernando, no coronado de laurel ni en carro tirado de tigres, leones y panteras, como acostumbraban los orgullosos emperadores romanos, sino en humilde y devota procesion, acompañado de los obispos D. Juan, de Osma; D. Gonzalo, de Cuenca; D. Fr.

Todo este inmenso, variado y pintoresco personal de guacamayos, cananeos, obispos, perejiles y pavos discurría por la calle Ancha y plaza de San Antonio, llamada entonces <i>Golfo de las damas</i>, en las horas que dejaba libres el servicio, menos penoso y arriesgado allí que en Zaragoza.

Así las miriadas de mogigatos, sacristanes, legos, frailes, monjas, ermitaños, abates, canónigos, curas y obispos, sobrevenidos por generación espontánea de alimañas en el pensamiento cristiano, estancado desde el siglo III y corrompido en consecuencia inevitable, por los credos, los dogmas, las bulas, los breves y los cánones.

Palabra del Dia

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