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Actualizado: 15 de junio de 2025


En la manera que habían conducido Juan y Huberto en esta circunstancia, sin tiempo para reflexionar, obedecían a la esencia misma de sus naturalezas. María Teresa comprendía que la actitud del uno y del otro era la expresión franca de sus respectivas educaciones. De deducción en deducción, un juicio razonado se formulaba en el espíritu de la joven.

Por una carta de D. Juan II fecha en Toro á 15 de Diciembre de 1441, fueron desterrados de esta ciudad y de cinco leguas á la redonda D. Juan Conde de Niebla, D. Pedro Ponce de Leon Conde de Arcos, D. Alonso de Guzman y D. Juan de Leon, ordenando al Concejo, que si no obedecían, se juntasen con el Pendon de Sevilla y le obligasen a cumplir su mandato.

Probablemente don Ambrosio O'Higgins se acordó del cuento cuando, al sermonear a los capitanes, terminó la reprimenda empleando las palabras del alcalde andaluz. Aquella noche quiso su excelencia convencerse personalmente de la manera como se obedecían sus prescripciones. Después de las once y cuando estaba la ciudad en plena tiniebla, embozóse el virrey en su capa y salió de palacio.

Verdad es que había gente muy decidida, especialmente en la clase de voluntarios; pero por lo común todos eran de leva, obedecían las órdenes como de mala gana, y estoy seguro de que no tenían ni el más leve sentimiento de patriotismo. No les hizo dignos del combate más que el combate mismo, como advertí después.

Eran veteranos del Mediterráneo, silenciosos y ensimismados, que obedecían maquinalmente las órdenes, sin preocuparse de adonde iban ni de quién los mandaba. ¿No hay más? preguntó Ferragut. El conde aseguró que otros hombres vendrían á reforzar la tripulación en el momento de la salida. Esta iba á ser tan pronto como la carga quedase terminada.

Así vivía Ana. Benítez desde que desapareció el peligro inminente, visitó menos a la viuda. Servanda y Anselmo eran fieles, tal vez tenían cariño al ama, pero eran incapaces de mostrarlo. Obedecían y servían como sombras. Le hacía más compañía el gato que ellos. Frígilis era el amigo constante, el compañero de sus tristezas. Hablaba poco. Pero a ella la consolaba el pensar: «está Crespo ahí».

Para Amaury y Magdalena, a quienes la fuerza de la costumbre no les dejaba ver la verdadera causa de las rarezas del doctor, no obedecían éstas a otra causa, que a pasajeras contrariedades, y estaban muy lejos de advertir la pesadumbre real que motivaba aquella metamorfosis.

Ya veo, pues, que el giro novelesco y la exaltación de mis ideas obedecían a otras causas que a las locas pasiones de la juventud, y esto es lo que nunca han querido comprender los que me conocen. Y es que yo tengo una conciencia de mismo que raramente me engaña. 3 de mayo.

Ya se divertiría después; pero ahora pensaba en su responsabilidad; iba y venía, dirigía aquello como una batalla; se asomaba a veces a la puerta del comedor y rectificaba los ligeros errores del servicio con miradas magnéticas a que obedecían Pepa y Rosa como autómatas, disciplinadas a pesar de la expansión y la algazara, cual veteranos.

Todos le obedecían y secundaban acatándole por jefe. Pues si el enfermo se moría, no hay para qué decir que su dictadura se hacía aún más omnipotente. Principiando por amortajar el cadáver y concluyendo por sacar del juzgado la partida de defunción, nada quedaba en las fúnebres ceremonias que él no mangonease.

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