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Actualizado: 22 de julio de 2025
Y fue ansí, que después de Dios, éste me dió la vida y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera de vivir. Huelgo de contar a vuestra merced estas niñerías, para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio.
Capítulo LXII. Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras niñerías que no pueden dejar de contarse
Me expresáis el deseo de ir a casa del guarda; sois bastante astuta para elegir la hora de vuestro paseo habitual para arrancarme el permiso; colocáis a Elena en el jardín para que pueda hablar con entera libertad con su cobarde adorador; éste acude allí... ¿Y todo este juego, hábilmente combinado, resulta ser ahora una mera casualidad? ¡Debéis tener una opinión muy triste de mí si esperáis engañarme con esas niñerías!
Miróle entonces el oidor más atentamente y conocióle; y, abrazándole, dijo: ¿Qué niñerías son éstas, señor don Luis, o qué causas tan poderosas, que os hayan movido a venir desta manera, y en este traje, que dice tan mal con la calidad vuestra? Al mozo se le vinieron las lágrimas a los ojos, y no pudo responder palabra.
Así, conservaban casi toda su confianza, cuando un día y mientras jugaban como dos niños, corriendo alrededor de la mesa de billar por haberse empeñado Amaury en quitarle una flor a Magdalena, se abrió de pronto la puerta y entró el doctor, el cual se encaró con ellos y en tono áspero exclamó: ¿Qué niñerías son éstas? ¿Piensas tener aún doce años, Magdalena? ¿Crees no haber pasado de los quince, Amaury? ¿Te imaginas que corres todavía por el parque del castillo de Leoville? ¿A qué viene ese empeño en arrebatarle a Magdalena una flor que te niega con sobrada razón?
Mas Pedro, no reparando en niñerías, prosiguió su cuento diciendo: «Asimesmo adevinaba cuándo había de ser el año abundante o estil.» -Estéril queréis decir, amigo -dijo don Quijote.
Entonces comenzó esa hermosa época de noviazgo, exquisita, época sin igual en la vida. Nada tan delicioso como esos días de amor ingenuo, de fe, de ilusiones completas y de niñerías. ¡Ah, cuánto compadezco a los que no han amado así! ¡Cuánto compadezco a los que se dejan arrastrar por sus locuras lejos del hogar común y del amor legítimo!
¡Qué cosas tienes! exclamó Sofía muy desazonada, porque no gustaba de oír aquel tema . Y yo me pregunto: ¿a qué viene el recordar tales niñerías? Además, tú las exageras mucho.
Pareció sacudir con un movimiento de cabeza un tropel de penosos pensamientos, y dijo tendiéndole la mano: ¿Qué resolvemos? ¿Amigos o indiferentes? ¿Promete usted no incurrir en niñerías y ser un camarada formal? Rafael estrechó con avidez aquella mano suave y fuerte, sintiendo en sus dedos como cariñosa mordedura, el contacto de las sortijas. ¡Amigo!... me resignaré ya que no hay otro remedio.
Que no quiso el Dean mucho durase; Que cierto el Lerma bien le regalaba En su casa, y con honra le trataba. En breve comenzaron de trabarse Con chismes, y otras muchas niñerias; El Dean deseaba señalarse Con grande presumpcion y boberias; Mas no le deja Lerma aventajarse: "No es justo que suframos demasias, Le dice: Padre, tenga sufrimiento, No haga salga el hombre de su tiento."
Palabra del Dia
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