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Actualizado: 22 de junio de 2025


En llegando a la ciudad de Valladolid dijeron al ayo que querían estarse en aquél lugar dos días para verle, porque nunca le habían visto, ni estado en él. Reprehendiólos mucho el ayo, severa y ásperamente, la estada, diciéndoles que los que iban a estudiar con tanta priesa como ellos no se habían de detener una hora a mirar niñerías.

Y si no me acuerdo mal, he oído decir al cura de nuestro pueblo que no es de personas cristianas ni discretas mirar en estas niñerías; y aun vuesa merced mismo me lo dijo los días pasados, dándome a entender que eran tontos todos aquellos cristianos que miraban en agüeros. Y no es menester hacer hincapié en esto, sino pasemos adelante y entremos en nuestra aldea.

El Duque y D. Alvaro entendían en hacer escuadrones y escaramuzas en el Brazo de Sarranela, que dieron harto que reir á muchos y perder la esperanza de que saliesen bien con lo comenzado. En estas escaramuzas y niñerías acaeció que un soldado español que se decía Herrera dió un bofetón á un caballero ginovés, hijo de Antonio Doria.

Miré otra vez con enternecimiento el alféizar de aquella ventana en que mi adorada se sentaba; pero al instante volví en mi acuerdo, juzgando que no era hora de enternecerse ni pensar en niñerías, sino de aguzar el ingenio y dar gallarda muestra de ser tan buen dialéctico como poeta.

Voy a contarla dijo sordamente aquél desde el fondo de su embozo, y crean ustedes que no es plato de gusto contar estas niñerías... Pero se trata de una chica a quien todos queremos y cuanto a ella se refiere debe interesarnos. Hará cosa de tres años se presentó al director de este teatro un joven elegantemente vestido, con el manuscrito de un drama bajo el brazo.

Por mi parte lo estoy contesté. Tarlein me tendió la mano. Por si acaso dijo; y nos estrechamos la mano cordialmente. ¡Nada de niñerías! gruñó el coronel. ¡En marcha! Pero en lugar de dirigirse a la puerta se acercó a la pared del fondo. En tiempo del viejo Rey dijo, hacíamos uso frecuente de este camino.

¡Ay, señor editor, pero habrá que leerlos!... Preciso, señor Fígaro... ¡Ay, señor editor, mejor quiero rezar diez rosarios de quince dieces!... ¡Señor Fígaro!... ¡Oh, qué placer el de ser redactor! Política y más política. ¿Qué otro recurso me queda? Verdad es que de política no entiendo una palabra. ¿Pero en qué niñerías me paro? Si seré yo el primero que escriba política sin saberla!

Pues bien, el amor de Dios, a su manera, podía tener sus niñerías, sus nimiedades, ridículas para las almas frías, indiferentes». Hasta llegó a comprender los superlativos de letanía de doña Petronila o sea el gran Constantino.

Por estas y otras niñerías estuvo preso, y rigores de justicia, de que hombre no se puede defender, le sacaron por las calles. En lo que toca de medio abajo tratáronle aquellos señores regaladamente. Iba a la brida en bestia segura y de buen paso, con mesura y buen día. Mas de medio arriba, etcétera, que no hay más que decir para quien sabe lo que hace un pintor de suela en unas costillas.

La que debe tener lustre es el alma, no el calzado. Parece mentira que los humanos demos tal valor a estas niñerías. ¡Injusto estuve con la pobre chiquilla! ¡Inocente y angelical criatura! Soy un animal... ¿Pero quién es el guapo que de estrellas abajo entiende y practica la justicia? El tenido por justo hace setenta y dos barbaridades cada día.

Palabra del Dia

rigoleto

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