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37 Entonces hubo gran lloro de todos; y echándose en el cuello de Pablo, le besaban, 38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al navío. 1 Y habiendo partido de ellos, navegamos y vinimos camino derecho a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. 2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y partimos.

Domingo 16, corrieron á palo seco hasta las dos de la tarde. En toda la noche precedente, y parte de este dia, eran tan récios los golpes del mar, que entraban por una y otra banda del navio, llenándose todo de agua. Los sacos, cajas y arcas rodaban de parte á parte, y algunos caian sobre la gente, sin poder nadie sosegar ni parados ni sentados, ni aun echados.

Un día presentóse al arzobispo, con cartas de recomendación, un caballero recién llegado en un navío que, con procedencia de Valparaíso, había dado fondo en el Callao; y bajo secreto de confesión le reveló que él era el ladrón de la celebérrima estaca, la cual había llevado con gran cautela a su hacienda de Chile, y que, no embargante la excomunión, la estaca se había aclimatado y convertidose en un famoso olivar.

Después el pirata murmuró casi dormido ya: Deben estar contentos, porque he hecho muy bien las cosas: ¡un navío de trescientas toneladas y tres docenas de españoles! creo que no se puede pedir más; sin embargo, no es conveniente que se acostumbren; eso va bien de cuando en cuando, porque, después de todo, es bueno reír un poco. ¡Away!... ¡Away!... ¡Adelante!... ¡Adelante!

Como el tiempo era malo y tempestuoso, y el navío hacia mucha agua, tuvieron mucho que sufrir: pero la mayor desgracia fué la pérdida de su contramaestre Jaime Allen y de otros dos, á los ocho dias de haberse hecho á la vela. Este contramaestre era diligente y exacto en el cumplimiento de su obligacion, y habia servido el mismo empleo en la expedicion al norte, en compañía de otros.

Aquí Miguel Simon, el Logrosano, Mostrado ha su valor y grande brio, Librando de la muerte por su mano A su muger, que en brazos al navio La trajo. Mas herido del pagano, Est

La mayor parte de la tripulación vaciló entre seguir desalojando el agua y acudir en socorro de aquellos desgraciados; y no qué habría sido de ellos, si la gente de un navío inglés no hubiera acudido en nuestro auxilio.

El sábado, a la caída de la tarde, era la gran fiesta en el navío. Rezábase la salve «y otras prosas», como decía Colón en su diario. Se improvisaba un altar con imágenes y velas encendidas, reuniéndose ante él tripulantes y pasajeros. ¿Somos aquí todos? preguntaba el maestre. Dios sea con nosotros respondía a coro la gente.

Allí tomó algunas barricas de vino, y al dia siguiente continuó su viage hasta el 22 de Abril, en que se verificó su arribo al puerto de Egmont, donde el teniente Guillermo Clayton, comandante del navío Pinguin, y de aquella plaza, recibió las órdenes del almirantazgo, para poner á bordo del Endeavour las municiones que pudiesen servir, y para que él y su tripulacion se embarcasen tambien para Inglaterra.

No quedaba duda de que el Rayo iba derecho a estrellarse inevitablemente en la costa cercana a la embocadura del Guadalquivir. No necesito decir que las velas habían sido cargadas, y que no bastando este recurso contra tan fuerte temporal, se bajaron también los masteleros. Por último, también se creyó necesario picar los palos, para evitar que el navío se precipitara bajo las olas.