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De la escuadra francesa estaban los almirantes Dumanoir y Magon, y los capitanes de navío Cosmao, Maistral, Villiegris y Prigny. »Habiendo mostrado Villeneuve el deseo de salir, nos opusimos todos los españoles. La discusión fue muy viva y acalorada, y Alcalá Galiano cruzó con el almirante Magon palabras bastante duras, que ocasionarán un lance de honor si antes no les ponemos en paz.

Llegando donde estaba el despoblado, Sin tener á las chozas advertencia, Contra el navio el paso enderezado, Desde la playa hizo reverencia: Con un sombrero señas ha formado, Con gran placer y grande continencia. Saliendo pues por él, viene contento, Y dice de su caso el fundamento.

Al principio de la comedia se presentaba un navío grande, dorado, con gallardetes, de Ulises y sus compañeros. En una chalupa de este buque se embarcaban algunos de los viajeros para recorrer la isla.

Todos iban embarcados por la inmensidad en el mismo navio: la Tierra.

De tal suerte combatida y sin poder de ningún modo devolver iguales destrozos, la tripulación, aquella alma del buque, se sentía perecer, agonizaba con desesperado coraje, y el navío mismo, aquel cuerpo glorioso, retemblaba al golpe de las balas.

Citemos de paso las constelaciones del Triángulo y del Altar, donde se ven algunas estrellas de segunda y tercera magnitud; luego el Pez Volador, la Dorada y el Retículo situadas por encima del Navío.

La noche de los trópicos, se había apoderado bruscamente del mar y la estela del navío aparecía iluminada por misteriosas fosforescencias. La oscuridad confundía vagamente las formas de los tres amigos. Estamos á 15 de febrero, dijo Marenval. En este momento hace en París, probablemente, un frío del diablo y sus calles están enfangadas de escurridiza nieve.

Si pone el gobernador alguna dificultad, dale cien mil duros; si no basta, dale doscientos mil: tu no has muerto á inquisidor ninguno, y nadie te perseguirá. Yo fletaré otro navío, y te iré á esperar á Venecia; que es pais libre, donde no hay ni Bulgaros, ni Abaros, ni Judíos, ni inquisidores que temer.

Se les hubiera creído perdidos a consecuencia del huracán, y mañana, otras dos escampavías se pondrían en mi persecución. Mañana, Blasillo, ni un brick, ni una fragata, ni un navío se atreverá a ello, tan grande ha sido el terror que he sabido inspirarles.

El navío