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Actualizado: 13 de junio de 2025


Vestía ligero traje de muselina, y estaba graciosamente envuelta en un rebozo que cruzándose flojo y llena de pliegues en el pecho de la joven dejaba caer hacia atrás, sobre los hombros, las flecadas puntas. La luz de la lámpara daba de lleno en el rostro de la doncella, en aquel rostro pálido y melancólico, doblemente interesante bajo los negros cabellos.

El tío Nardo á la derecha, con su vestido nuevo de paño pardo, y su mujer al otro lado, con muselina blanca á la cabeza, la saya morada de los domingos colgada al hombro, y terciado en el brazo opuesto un gran paraguas envuelto en funda de percal rayado.

Usaban todas corpiño y enaguas de paño negro ó color de castaña, con mangas, pechera y delantal de muselina ó indiana blanca. Así mismo, todas revelaban su benignidad de carácter y su modesto bienestar en sus redondas carnes, sus rosadas mejillas, su risa candorosa y afable y sus ojos azules llenos de dulzura.

El 26 fue cuando la de Tellería, no pudiendo ya contener la ola de tristeza que se desbordaba en su afligido pecho, la vertió sobre el de su buena amiga, previo este exordio patético que nos ha conservado la historia: «También le mandaré a usted el vestido de muselina con visos violeta... y todos mis encajes de Valenciennes, punto de Alenzon y guipure. ¿Para qué quiero nada ya?

Empecemos por la elección de tela. ¿Elige usted la muselina blanca con viso de foulard? Pues entonces no puede adoptarse la casaca. Sobrino me ha dicho que le devuelva el que me sobre. El gros glasé me lo pone a veinticuatro reales.

Desde la calle no se ven más que los huecos bañados en claridad misteriosa, los cristales de una sola pieza y los visillos de muselina, en cuyos centros campean cifras artísticas de letras entrelazadas. La habitación es suntuosa.

Durante este tiempo, madama Scott conversaba con el cura, y Juan, mientras respondía a las preguntas de los niños, no dejaba de mirarla. Llevaba un traje de muselina blanca, pero ésta desaparecía bajo una verdadera avalancha de voladitos de valencianas. La bata estaba abierta en cuadro por delante.

De muselina; de una muselina de un blanco un poco oscuro y transparente, el seno abierto apenas, dejando ver la garganta sin adorno; y la falda casi oculta por unos encajes muy finos de Malines que de su madre tenía Ana. Y la cabeza ¿cómo te vas a peinar por fin? Yo misma quiero peinarte. No, Lucía, yo no quiero. No vas a tener tiempo. Ahora voy a ayudarte yo. Yo no voy a peinarme.

Las manos corrían parejas con los pies, tanto que algunas veces las niñas se las pedían y acariciaban; llevaba una simple saya de listado, y un camisolín de muselina transparente, que le ceñía los hombros y le dejaba desnudos los hermosos brazos y la alta garganta.

Luego se recostaron perezosamente en los sillones, y sus vestidos de muselina se levantaron un poco, muy poco, pero lo bastante, sin embargo, para dejar ver cuatro piececitos, cuyas líneas se destacaban claras y distintas bajo dos lindas cascadas de encajes blancos iluminados por la luna. Juan miraba aquellos pies y se preguntaba: ¿Cuáles son los más pequeños?

Palabra del Dia

rigoleto

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