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Actualizado: 26 de octubre de 2025


También oyó hablar de las primeras alfombras de moqueta, de los primeros colchones de muelles, y de los primeros ferrocarriles, que alguno de los tertulios había visto en el extranjero, pues aquí ni asomos de ellos había todavía.

Alfeo, el río de Olimpia, corriendo en persecución de la bella Aretusa, había también salvado el mar y mezclado sus aguas, en las costas de Sicilia, con la onda adorada de la fuente. Según dicen los marinos, se ve á veces al Alfeo levantarse sobre el mar en grandes borbotones, cerca de los muelles de Siracusa, y en su corriente arremolina las hojas, las flores y los frutos de Grecia.

Alineados junto á los muelles, dormitaban, esperando entrar en funciones, los navíos-hospitales, trasatlánticos más dichosos, que retenían aún cierta parte de su antiguo bienestar, blancos, limpios, con una cruz roja pintada en los flancos y otra en las chimeneas. Algunos de los transportes habían llegado á Salónica milagrosamente.

Asi mismo, las construcciones que dominan los muelles ó avecinan el puerto, relevan, el progreso del buen gusto y la vitalidad de las ciudades marítimas. Pero la gran masa de la ciudad, de construcción antigua, es un laberinto de callejuelas incomprensibles en el primer momento, oscuras, muy estrechas, generalmente sucias, llegando algunas a un grado de inmundicia increíble.

El movimiento de los muelles tenía para él cierta música evocadora de su juventud, cuando navegaba como médico de trasatlántico; chirridos de grúas, rodar de carros, melopeas sordas de los cargadores.

Pero este remordimiento desvanecíase al examinar la cama otra vez, fijándose especialmente en el colchón de muelles. ¡Ella, que no había conocido otro lecho que un jergón sobre tablones en la casucha del Mosco! ¡El, que durante años aguardaba a que le dejasen libre el camastro para descansar sus huesos!...

Caminaron en silencio algunos minutos. Pero ¿dónde vamos? dijo al fin Uceda parándose. Soledad tardó en responder. Al cabo dijo con acento de vacilación: Si han venido ya de Puerta de Tierra, deben de estar en la tienda de Crisanto. Velázquez suele parar allí muy á menudo. La tienda de Crisanto estaba en la calle de Pedro Conde, muy cerca de los muelles.

Este pecho, dos ojos negros rasgados que suaves y muelles de amoroso fuego brillaban, las mexillas animadas en púrpura con la mas cándida leche mezclada, una nariz que no se semejaba á la torre del monte Libano, sus labios que así se parecian como dos hilos de coral que las mas bellas perlas de la mar de Arabia ensartaban; todo este conjunto en fin persuadió al viejo á que se habia vuelto á sus veinte años.

La parte antigua, sin ser repugnante ni fea, tiene un terreno desigual, y es allí donde se ven la catedral, la cárcel, el teatro y otros edificios públicos. La parte moderna, muy elegante y simétrica, es como la fachada de la ciudad, extendida á lo largo de los muelles del puerto, desde la estacion del ferrocarril hasta el extremo sud-oeste.

Al verlos parecía que para aquellos pavimentos y muebles era indispensable una gran dama en quien fuese aún mayor la distinción que la hermosura; que pisase con menudos pies, como ligera sombra, las aterciopeladas alfombras y se recostase en los divanes casi sin que los flexibles muelles cediesen al suave peso de su cuerpo.

Palabra del Dia

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