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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Al iniciar el grupo su marcha, pasando ante el caballo del alemán, estalló la cólera del comandante, muda y reconcentrada hasta entonces. Quiso morir fusilado antes que dar un paso más. ¡Abajo Guillermo! ¡Mueran los verdugos! gritó con una voz ronca.
Cuando un grito de angustia ha ascendido del fondo de vuestro corazón, no lo habéis sofocado antes de pasar por vuestros labios, con la austera y muda altivez del estoico en el suplicio, pero lo habéis terminado con una invocación al ideal que vendrá, con una nota de esperanza mesiánica.
Por este motivo, para hacer resaltar el conflicto entre los deberes de magistrado y de súbdito, en que Juan Pascual se encuentra, y la maña con que, en virtud de su firmeza de carácter y de su celo, desvanece los innumerables contratiempos que su cargo le suscita, se muda de repente el argumento del drama para concentrar todo su interés en los sucesos siguientes: Don Pedro, olvidándose de su pasión por Doña María de Padilla, se enamora con violencia de la propia hija de Juan Pascual, é intenta penetrar de noche en la casa del asistente.
El pez muda poco y con lentitud, lo mismo que el hombre y los grandes animales, economizando, amontonando la vida, creándose el tesoro de un poderoso sistema nervioso dotado de innumerables alambres eléctricos que resuenan en la espina y el cerebro.
«La vida escribe Rafael Salillas, es una obra que se desenvuelve en nuestro interior y que tiene en la fisonomía su escenario, un escenario que cambia, que no es el mismo en la sucesión de los tiempos, que empieza por ser un teatro Guignol y se muda en teatro cómico y dramático y trágico, y lírico también y de todas las variedades conocidas: género chico y género grande.»
Midiéronse, en efecto, instintivamente con la vista, procurando que su mutua curiosidad no fuese advertida, de lo cual resultó una escena muda y expresiva, representada por ella con infantil desenfado, y con reserva ceñuda por él. Era el viajero un hombre en la fuerza de la edad y en la edad de la fuerza.
Muchos de aquellos hombres habían estado en Jerez muy contadas veces, desconocían las calles y seguían a sus conductores con la docilidad de un rebaño, pensando con inquietud en el modo de salir de allí si les obligaban a escapar. La avalancha negra y muda avanzaba con sordo tropel de pasos que conmovía el piso. Cerrábanse las puertas de las casas, apagábanse las luces en las ventanas.
Esa imagen fue para mí al principio, meramente un Cuadro colgado en el fondo de mi alma, que yo a cada momento miraba para alabar, con creciente sorpresa, los encantos diversos de Línea y de Color. Era solamente una tela rara, puesta en un sagrario, inmóvil y muda en su brillo, sin otro influjo sobre mí que el de una forma muy bella que cautiva un gusto muy educado.
¿Qué había de contestar Poldy, muda de asombro, radiante de alegría, y con el amor y el pudor luchando en su alma? Hizo, no obstante un esfuerzo y se puso de pie, aunque turbada y vacilante. Entonces él se levantó también y la estrechó irresistible y cariñosamente entre sus brazos. Luego, juntó su rostro al de ella y cubrió de besos su frente, sus mejillas y su fresca boca.
Fortunata, que estaba sentada frente a la puerta aquella, levantose de golpe, quedándose yerta y muda. Jacinta no aparecía. Se oyeron tan sólo sus sollozos. Estaba sentada en una silla, apoyando la cabeza en la cama de la santa. Esta se fue a ella y le dijo: «Perdónala, querida mía, que no sabe lo que se dice». Y usted... añadió, saliendo a la puerta , bien comprenderá que debe retirarse.
Palabra del Dia
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