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Actualizado: 22 de junio de 2025
Si suponemos que nada se muda, que nada se altera, que hay un ser, sin mudanza externa ni interna, con un solo pensamiento, siempre el mismo; con una sola voluntad, siempre la misma; sin ninguna sucesion de ideas, ni de actos de ninguna clase; nada concebimos á que sea aplicable la idea del tiempo. El tiempo es de suyo una medida: ¿y qué medirá en un ser de esta clase?
El pájaro que muda su pluma cada estación, está triste, y más triste aún la pobre culebra al cambiar de piel. El ser racional muda también la piel y todos sus tejidos cada mes, cada día, á cada instante, perdiendo un poco de sí mismo incesantemente, con suavidad. No está abatido, sino algo debilitado, en un momento vago y de ensueño en que palidece la llama vital para reaparecer más lúcida.
Muda de fe, y adora. Más claro, ten fe, porque lo que tú tienes ahora no es fe; lo que tú haces ahora no es creer, es soñar. Ten fe, repito, y te salvarás, como se ha salvado la humanidad cristiana. El mundo moderno mudó enteramente de pensamiento y de conducta.
Gritaba la afligida mujer, como por muda no podía dar voces, daba aullidos y entonces el simple le acuchillaba, diciendo: Vengan y verán cuál pongo al diablo." Creer que Dios permitió semejante infamia, es un grosero insulto a Dios.
La ch francesa, del mismo modo que la de los Españoles, se emplea con frecuencia. Rara vez se encuentra la e muda de los Franceses, como tampoco su z. Hay una particularidad muy notable en el idioma moxo, y es que los nombres de todas las partes del cuerpo principian por una letra determinada, como puede verse en la planilla siguiente.
Cuando refirió cómo ella y Carmen fueron sorprendidas por Laura en la lectura del triste diario, a Raquel se le anublaron los ojos y por largo rato quedó muda, sin acertar con la manera de encarar la situación.
Ha sido muchas veces desmentida la «voz de la sangre» y es necesario convenir en que, en determinadas condiciones permanece muda en absoluto. D'Alembert podía con razón decir que su verdadera madre era la mujer del vidriero que le recogió y no la señora de Tencin, que le había abandonado.
Y lloró en silencio, con ese amargo y desconsolado llanto de la resignación sin esperanza, muda la lengua y mudo el pensamiento, cadáver animado que en aquel punto sólo tenía vida para llorar. Pero esto pasó; pasó rápidamente, y se rehizo, buscó fuerzas en el fondo de su flaqueza, y las encontró.
Fernando fué el que habló primero, comenzando como todos los amantes con la expresión de la felicidad que sentía al verse por fin junto á la mujer amada. ¡Cómo había deseado aquel momento!... Recordaba las horas de muda contemplación, allá en su despacho de los altos hornos, con la vista fija en las cartas de ella, como si la letra de Pepita le hablase misteriosamente y su sonrisa brillara entre los renglones.
¿Qué se le ofrecía a V.? le preguntó sonriendo. El cadete vaciló un instante, puso sus ojos sanguinarios en el suelo y dijo con voz bronca de adolescente que está en la muda: Cabayero, quisiera saber si V. está «en relaciones» con esa chica del número quince... ¿Del número quince? dijo Miguel, más risueño aún. Sí señor, cuarto tercero. Pues en efecto, estoy en muy buenas relaciones; sí señor.
Palabra del Dia
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