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Actualizado: 24 de julio de 2025


Conocido ya el estado de las provisiones, ordenó las maniobras del ejército: las viejas se dedicaron a desplumar aves, las mozas a fregar y dejar como el oro peroles, cazos y sartenes, y un par de mozancones de la aldea, uno de ellos idiota de oficio, a desollar reses y limpiar piezas de caza.

A todo se halló presente Preciosa, y otras muchas gitanas, viejas y mozas, que las unas con maravilla, otras con amor, le miraban: tal era la gallarda disposición de Andrés, que hasta los gitanos le quedaron aficionadísimos.

Las mozas solteras venían a la fuente del ejido a lavarse la cara, para que fuese fiel el novio a la que le tenía, y para que a la que no le tenía le saltase novio. Mujeres y chiquillos, por acá y por allá, volvían de coger verbena, ramos de romero u otras plantas, para hacer sahumerios mágicos. Las guitarras sonaban por varias partes.

El novio montaba en un caballo, llevando la hembra a la grupa; todos los chavales, jinetes en sus mejores bestias, les daban escolta, llevando también a ancas las mozas del barrio, y la vistosa cabalgata partía al trote por los campos, como si esta ceremonia fuese una iniciación del matrimonio en la vida andariega de la raza.

Detuvo el paso y recostose en el muro frontero. Una de las mozas era muy blanca y garrida. Con el cántaro en la cadera, y apoyando el vientre contra el duro granito, estirose con ansia hasta recibir en la boca el largo beso del agua. Cuando se irguió de nuevo, su empapado corpiño mostró los hombros y los pechos como si estuviesen desnudos.

Son pingos del andar de gente presumida, y hasta con pespuntes de elegantes mozas.

Odiaban de pronto a don Isidro, admirándolo más que antes. Nunca les había parecido tan grandioso. ¡Ah, los ricos! Tenían la plata, tenían las comodidades, y además se llevaban las mejores mozas. A impulsos de la envidia hacían comparaciones, pasando su mirada de la fresca Nélida a las pobres hembras despechugadas, sucias y curtidas por el sol. Una porquería todas ellas. ¡Ah, miseria!...

Las mozas que solían ir por agua a la fuente del ejido, y los arrieros, pastores y porquerizos que acudían a dar agua al ganado, considerando que desde que Juanita dejó de ir allí se daba tono de señora, no se atrevían ya ni a saludarla.

Habla un poco de francés y de italiano siempre que había de hablar español, y español no lo habla sino lo maltrata: a eso dice que la lengua española es la suya, y que puede hacer con ella lo que más le viniese en voluntad. Por supuesto que no cree en Dios, porque quiere pasar por hombre de luces, pero en cambio cree en chalanes y en mozas, en amigos y en rufianes. Se me olvidaba.

Acostumbrada a ver mis cosas arregladas me abruma la estrechez, la falta de espacio... Y esta vecindad de mozas de retrete, de porteros de banda, pinches y casilleres me enfada lo que ustedes no pueden figurarse.

Palabra del Dia

buque

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