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Actualizado: 16 de julio de 2025


Si hubiese creído que me querías no me habría marchado... Está hecha una real moza... ¡qué modo de andar y qué cuerpo, y qué señorío, y qué boca!... Pero, en fin, para es cosa perdida..., aunque nadie sabe lo que puede suceder.

Desesperábase el gobernador de la tardanza que tenía la moza en dilatar su historia, y díjole que acabase de tenerlos más suspensos, que era tarde y faltaba mucho que andar del pueblo.

However, the Spanish critics usually narrow the class to include only the dramas of Lope which deal with the lower strata of social life and make the error of classing the Moza de Cántaro among them.

¿Qué tontería es esa, muchacha? dijo el General. El Rey está en el castillo, herido. A que no. Herido , pero está allí, con el conde Federico, y no en el castillo insistió la moza. ¿Está en dos lugares a la vez, o es que hay dos Reyes? preguntó Flavia sorprendida. ¿Cómo sabes que está allí?

La moza de cántaro, en la cual dice haber escrito 1.500 comedias, y Las bizarrías de Belisa, á cuya conclusión manifiesta haberse consagrado de nuevo á las musas, á quienes había abandonado, son dos composiciones de los últimos años de su vida, por cierto de las más bellas.

El travieso atlot quedó frente a su pareja, moza arrogante y fea, de rudas manos, pelo aceitoso y cara negra, que le llevaba de estatura casi toda la cabeza. El muchacho protestó, encarándose con los músicos. Nada de llarga; quería bailar la curta. La «larga» y la «corta» eran los dos únicos bailes de la isla.

Al oír la palabra aventura, Juan Montiño, que se había distraído por un momento de su idea fija, volvió á ella. ¿Conocéis á la reina, tío? le preguntó. ¡Pues podía no conocerla! dijo con sorpresa el señor Francisco. ¿Es la reina alta? . ¿Es la reina gruesa?... es decir... ¿buena moza? . Pues tío, yo quiero conocer á la reina.

De no hablarle Rafael, no hubiera podido adivinar aquellas tristezas que habían cortado sus amores. Transcurrió más de una hora sin que pudiese hablar a solas con su hermana. En las miradas fijas de Fermín parecía adivinar la moza algo de sus pensamientos.

La segunda, que era puramente decorativa, pasaba desapercibida: la primera era formada por un mocetón de color bronceado vistiendo amplio chiripá de grano de oro, caído hasta el taco de la charolada bota de campana, camiseta de merino negro tableada, pañuelo volador de seda punzó, sombrero chambergo de felpa con un barbijo lleno de borlas que le castigaban la nariz y la barba y por una moza, no mal parecida, que lucía entre el cabello negro, lustroso, un ramo de fragantes claveles rojos y que indudablemente era la consentida del mocetón.

Tráigole por los cabezones. ¿Cómo tal? ¿por los cabezones venís cuando yo os llamo, amigo Juan? Entrad, entrad, amigo mío, la dueña de la casa es una moza demasiado valiente para asustarse, porque vos entréis en su alcoba. Decís bien, y tanto más, cuanto me habéis curado de espanto apoderándoos de mi lecho; ¿qué pensarían de , si las gentes os vieran?

Palabra del Dia

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