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Actualizado: 26 de octubre de 2025
El párroco entonces pasó a mostrarle la huerta, en la cual tenía cifrado tanto orgullo como en la profundidad de sus conocimientos teológicos. Estaba llena de árboles frutales y legumbres. No se veía una flor ni un arbusto de adorno. Desde allí pasaron a un vasto prado, donde tenía unos cuantos operarios alzando pared.
Le decía que había resistido, luchado, que había sufrido mucho: mi proceder era el mejor testimonio. No exageraba nada, muy al contrario, no hacía más que mostrarle a medias el cuadro de mis dolores para mejor convencerla de que ponía medida en mis palabras y era sincero.
Pero no le dio tiempo el guardia a regocijarse, porque otra vez apareció por el arroyo adelante. En vez de fusil, traía dos naranjas en la mano derecha. «¡Eh, Marianín! gritó inclinándose para verle mejor y mostrarle lo que llevaba . Sal; no seas tonto. No te haremos nada... ¿Ves? Si sales, te doy estas dos naranjas». Pecado dio un salto hacia fuera y se arrojó en brazos del guardia.
»Viendo Lotario la resoluta voluntad de Anselmo, y no sabiendo qué más ejemplos traerle ni qué más razones mostrarle para que no la siguiese, y viendo que le amenazaba que daría a otro cuenta de su mal deseo, por evitar mayor mal, determinó de contentarle y hacer lo que le pedía, con propósito e intención de guiar aquel negocio de modo que, sin alterar los pensamientos de Camila, quedase Anselmo satisfecho; y así, le respondió que no comunicase su pensamiento con otro alguno, que él tomaba a su cargo aquella empresa, la cual comenzaría cuando a él le diese más gusto.
La contusión de la sien le hizo recordar de pronto con una picazón dolorosa su propósito de consultarle. Salió del café despidiéndose de sus compatriotas con rápido saludo, y alcanzó al doctor, para mostrarle el lívido chichón. Rio bondadosamente el alemán al examinarlo. ¿También él había sacado su parte de la fiesta de la noche?
Mi respuesta fué oprimirle el brazo, latir como nunca he latido y mostrarle mis ojos húmedos. Y el hombre arrancó a valsar con tal furia que parecía movido por todo el carbón que emplea ahora la escuadra inglesa en el bloqueo. Nos asimos un poco más, porque el baile lo exigía. Bueno, amigas mías, entonces supe que es posible no morirse de felicidad. ¡ Ay, Dios mío, qué recuerdos!...
Y esto concertado, salióse aquel señor á hacer lo que le mandaba Viracocha Inca. Viracocha Inca volvióse á Inca Yupanqui é comenzóle de hablar con buenas palabras y á mostrarle rostro alegre.
Se había puesto ante un ojo su lente de disminución para contemplar el rostro del Gentleman-Montaña, y esto le hacía sonreir dulcemente. Creo llegado el momento dijo con voz insinuante de mostrarle mi alma. Mientras usted vivía á cubierto de peligros, yo no me atreví á decirle lo que siento. Me dominaba la timidez de todo el que ha pasado su existencia entre libros, viendo de lejos á las personas.
Por fortuna, nadie había en la galería por donde atravesaba. Ahora dijo para sí la condesa, continuando en su marcha y en su pensamiento es necesario que esta carta llegue á manos de mi padre, sin que la lleve yo... ¡bah! renuncio á mi venganza á trueque de que mi padre y señor pudiera reconocerme; preferiría irme á él con la cara descubierta, y mostrarle la carta de don Rodrigo.
Y el Tritón, al ver en sus manos cinco ó seis mil pesetas, quedaba perplejo, preguntándose interiormente qué puede hacer un hombre con tanto dinero. Todo esto es tuyo dijo á su sobrino al mostrarle la casa. Suyos también la barca, los libros y los muebles antiguos, en cuyos cajones estaba disimulado el dinero con disfraces cándidos que atraían la atención.
Palabra del Dia
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