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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Esa instabilidad en sus estudios, esa originalidad excesiva en el absurdo, ese agotamiento de que usted se queja a menudo son los estigmas reconocidos del genio... Muchas gracias, muchas gracias balbuceaba el mosquito. Pero el señor Valleumbroso no padece convulsiones, y según me han dicho, los genios... apuntó tímidamente uno de los admiradores que rodeaban a Pareja.
Hecha esta operación, comenzó el tío Frasquito a desprenderse de sus accesorios componentes para meterse en la cama; mas antes, en puntillas y ya en mangas de camisa, hizo un tercer viaje de exploración a la puertecilla sospechosa; el vecino parecía tranquilo y el tío Frasquito emprendió el viaje de vuelta, dando largas y sigilosas zancadas, y tarareando muy bajo, con pueril satisfacción, aquello de Las Hijas de Eva: Tranquila está la venta, No se oye ni un mosquito...
22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado sobre él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más importante de la ley: el juicio y la misericordia y la fe; esto era necesario hacer, y no dejar lo otro. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello!
Calló la voz, y luego se oyó un profundísimo suspiro, que las vihuelas, que con el canto habían terminado su música, no pudieron cubrir con sus acordadas voces, y hubo algún espacio de tan grande silencio, que hubiérase podido oír el vuelo de un mosquito que por allí en aquel punto hubiera pasado; y aún duraba el encanto de la música, y el familiar no sabía qué pensar de lo que pasaba por su poco antes ánima castísima, cuando con más concierto y dulcedumbre que antes, volvieron las vihuelas al ritornelo.
De tiempo en tiempo, las bombas de palenque trataban de armar un escándalo en la atmósfera, pero en balde: diríase que era la detonación de algún vergonzante petardo, que así alteraba la amplia serenidad del ambiente, como el zumbido de un mosquito turbaría el reposo de un gigante.
Después de formada su opinión en lo que atañe a la existencia, al amor, a la religión, a la muerte, etc., etc., nuestro mosquito adopta la manera que le parece más interesante para zumbarla al oído del público.
D. Salvador o D. Condenador, que yo no he hecho daño a ningún ser nacido, y cuando Dios me tome cuentas, no se presentará ni un mosquito, ni un miserable mosquito, a decir: «ese hombre fue mi enemigo». Está bien. Esto es muy serio, y así yo quiero una explicación categórica, leal, terminante, para tranquilidad de mi espíritu. ¿Y esa explicación debo darla yo?
Los combates, las emboscadas, los asaltos, los pisos que se hunden para sumirle a uno en profunda mazmorra, los fosos, los despeñaderos, etc., etc., son las únicas cosas que entusiasman a nuestro mosquito. En su concepto, no se puede vivir a gusto, sino con el alma en un hilo.
Se les parecía en la silueta, en el aire de prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz de matar un mosquito, como decía de él su hijo.
De todos modos, yo aconsejo a los jóvenes líricos que no se aventuren por ninguna consideración a cambiarlo, pues al romper con los usos establecidos se corre grave peligro, y no en vano está sancionado desde tiempo inmemorial por cien generaciones de mosquitos. Por último, hablaré del mosquito clásico.
Palabra del Dia
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