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Actualizado: 22 de julio de 2025
Julio da la limosna, solo por socorrer al infeliz que le inspira lástima, sin pensar en la retribucion con que el socorrido le pueda corresponder: la accion de Julio es bella moralmente, es virtuosa. ¿De dónde la diferencia? Léntulo hace el bien, aliviando al necesitado; pero nó con el amor del órden íntimo que hay en su acto; sino torciendo este órden hácia sí mismo.
Esta imposibilidad nada tiene que ver con la absoluta ni la natural; las cosas moralmente imposibles no dejan por eso de ser muy posibles absoluta y naturalmente. Daremos una idea muy clara y sencilla de la imposibilidad ordinaria, si decimos que es imposible de esta manera todo aquello que, atendido el curso regular de las cosas, acontece ó muy rara vez ó nunca.
Preguntando a uno de los directores del establecimiento cómo se explicaba que el bajo pueblo no hiciese irrupción y se instalase a almorzar, comer y cenar diariamente y de balde, me contestó que M. Hoffmann conocía mucho el corazón humano, que sabía que en los centros lujosos y brillantes sólo se encuentra cómoda la gente de las clases elevadas, aquella que, si pellizcaba, un sandwich, se cree moralmente obligada a tomarse tres cocktails, sacrificio a que se resigna con bastante facilidad.
Es posible, dijo el fiscal riendo; pero no olvide usted que, moralmente, los jueces no deben comer en la misma mesa que los procesados. Hasta mañana, pues. Hasta mañana en casa de Julio Harvey. Julio Harvey habitaba un hermoso hotel en Grosvenor-Square. Tenía casa puesta en Londres como en París y todos los años su hija le llevaba dos meses á Inglaterra.
Materialmente, no puede quejarse... Es joven y fuerte... Y, después, parece que no lo tratan mal. Hace poco le han hecho entrar en la oficina, donde parece que presta buenos servicios. Su existencia es así menos miserable... Pero, moralmente... ¿Sigue afirmando su inocencia?
«Buenas tragaderas tiene el amigo dijo Ballester; y para sí, contemplando a la diabla, que dormía o fingía dormir : ¡Qué hermosa está!... Le daría yo un par de besos... con la intención más pura del mundo... He aquí una mujer que hoy no vale nada moralmente, y que valdría mucho, si reventara ese maldito Santa Cruz, que la tiene sugestionada... ¡Lástima de corazón echado a los perros...!».
Esto no obstante, su humildad le obligaba a rechazar este sentimiento y a repetirse la frase común a todos los místicos: «Así y todo es mejor que yo.» No sólo, pues, le miraba como su superior jerárquico y le tributaba todo el respeto debido, sino que hacía esfuerzos por representárselo mejor que él moralmente.
Con algunos hombres pasaba lo mismo. Otros estaban perfectamente serenos. Entre éstos, el que menos pensaba en su situación corporal era, sin duda, Raimundo, absorto por completo en la que ocupaba moralmente. Clementina, a despecho de su amor y de sus promesas, no dejaba de coquetear con Escosura. Estaban sentados en dos sillas contiguas, frente al asiento que él ocupaba.
Había escrito a Zaragoza y la doña Paquita se había contentado con lo de la Almunia. «Bastante era. El caserón era de Ana legalmente y moralmente». Ana cedió porque no tenía ya energía para contrariar una voluntad fuerte. Con más ahínco se negó a firmar los documentos que Frígilis le presentó, cuando se propuso pedir la viudedad que correspondía a la Regenta.
Y menos culpa nuestra es aún que, en 1823, así los peninsulares como los cubanos, perdiésemos de nuevo las mencionadas libertades, por obra de los cien mil hijos de San Luis, sostenidos moralmente por la Santa Alianza, ó sea por Rusia, Prusia y Austria, con el beneplácito sin duda de la libre Inglaterra.
Palabra del Dia
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