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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Cantaban con su voz gangosa alabanzas en honor del grande, del poderoso, del invencible Chermidy, y agasajaban dulcemente a la montura con las barbas de sus plumas. Los pequeños le hacían cosquillas en las narices y los mayores le hurgaban en el interior de las orejas tan bien y tan largo tiempo, que el animal acabó por encabritarse. El caballero, torpe como un marino, cayó de espaldas.

Pasa adelante del punto en que aquél se había separado del camino y pierde el rastro; el tigre se enfurece, remolinea, hasta que divisa la montura, que desgarra de un manotón, esparciendo en el aire sus prendas.

Sin embargo, no bien estuvo el animal a la vista, su corazón se oprimió de nuevo, porque no era Relámpago. Y momentos después se dio cuenta de que el caballero no era Dunstan, sino Bryce, que detuvo su montura para conversar con él. La fisonomía de aquél no anunciaba nada de nuevo. ¿Qué trae, señor Godfrey, qué suerte la de su hermano, maese Duncey, verdad?

Su pobreza no les permitía ser caballistas como otros que cabalgaban en pelotón, llevando en la grupa de sus fuertes jacas dos fardos enormes de tabaco y en la perilla de la montura la escopeta repleta de postas para pasar a la brava el contrabando.

, quería deshacerme de él; siempre tuvo la boca algo dura para respondió Godfrey, cuyo orgullo se sobresaltaba al pensar que Bryce adivinaba que la necesidad lo había obligado a separarse de su montura . Iba a ver qué ha sido de Relámpago; me imaginaba que había sucedido alguna desgracia.

Si le hago la menor observación se enfadará; lo mejor será que le envíe otras nuevas con la montura más recia, sin decirle una palabra. La señora de Luna encontró la idea excelente; pero las quintas gafas corrieron la misma suerte que las cuatro precedentes.

Al fin, arrojando la montura a un lado del camino, dirigióse el gaucho al árbol que había divisado, y no obstante la debilidad de su tronco, felizmente bastante elevado, pudo trepar a su copa y mantenerse en una continua oscilación, medio oculto entre el ramaje.

Cuando le hablan de su reputación fabulosa, contesta: «Ya no valgo nada; ahí están los niñosLos niños son sus hijos, que han aprendido en la escuela de tan famoso maestro. Se cuenta de él que durante un viaje a Buenos Aires le robaron una vez su montura de gala. Su mujer tapó el rastro con una artesa.

Algo muy importante debía ocurrir para que el capitán viniera á buscarle. Se acercó el jinete á la ventana junto á la cual leía el oficinista y dió la mano á éste inclinándose sobre su montura. Teniendo por inútiles los preámbulos, dijo inmediatamente, con una sequedad militar: -He venido á verle cuanto antes para que pueda aprovechar el correo de hoy... Quiero hacer un obsequio á la marquesa.

Palabra del Dia

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