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Actualizado: 21 de junio de 2025
Hay que hacer economías dijo con gravedad . Volveremos á pie. Siguieron unos senderos tortuosos, subiendo y bajando por las quebradas de la costa. Las pequeñas mesetas habían sido convertidas en miradores de piedra, desde los que se abarcaba un espacio inmenso. En algunos amaneceres se podía distinguir el lejano perfil de las montañas de Córcega.
De la existencia de las primeras atestigua el maestro Juan de Malara, el cual describiendo las bellezas del mudejar palacio, dice entre otras cosas: «La talla de las puertas, las labores moriscas, los jardínes que están entre la huerta de el Alcoba y los aposentos nuevos con grandes y espaciosos miradores, «las leoneras que solía auer en tiempo de los Reyes Católicos etc ...» Y que no fué solamente en el Alcázar donde aquellos monarcas tuvieron sus predilectas fieras, compruébase por el siguiente documento, curioso por más de un concepto: Muy honorables señores: Juan de Merlo alcayde del castillo de triana me encomiendo en vuestra merçed a la qual plega saber: quiero que sepan que El aljama e judios desta çibdad «acostumbraron siempre» dar para mantenimiento de los leones que los Reyes nuestros señores en esta çibdad tenían cinco mill maravedises de cada año.
Amor parecía que volaba en los aires y lo llenaba todo; amor decían las vihuelas; de amor, escuchando en sus oscuros miradores palpitaba, sin saber por quién, y toda en imaginaciones sin sujeto, doña Guiomar, y amor iba emponzoñando en su dulce veneno el corazón del familiar, que veía delante de sus ojos, aunque allí no estaba, las doradas hebras de los sedosos cabellos de la viuda, y su frente de alabastro, y sus labios, que a una entreabierta granada se asemejaban, y sus ojos, con los que el claro azul del cielo de la alborada no pudiera competir; y batallaba el mísero con aquel amor que tan de súbito se le había metido en el alma, como si hubiera sido tentación de Satanás, y no fuego celeste, que del infierno venía, y había tomado por bellas ventanas por donde asomarse y dejarse ver en la tierra los divinos ojos de la indiana.
Casi una tercera parte de la ciudad se compone de nuevas construcciones, en lo general espléndidas, muy vistosas por sus numerosos balcones y celosías ó gabinetes volados, verdes ó azules, sus pavimentos de mármol, sus grandes enrejados de fierro, sus alegres azoteas y sus miradores de estilo oriental.
Se traslucía allí un verdadero delirio de grandezas: el suelo era de mármol, los salones vastísimos, con techos pintados e historiados; los miradores tan anchos y espaciosos como si fueran otras habitaciones. En los testeros se veían espejos de toda la pared, y en los pasillos se levantaban estatuas y fuentes de alabastro.
Las calles son generalmente claras, limpias y regulares; los casas de solo dos ó tres pisos, alegres, caprichosas con gracia, casi todas pintadas de amarillo y otros colores, y adornadas de balcones, celosías, ventanas ó miradores, según que preside en cada cual la sencillez inglesa, el estilo oriental, ó el empirismo español á veces pintoresco.
El espectáculo que se ofreció á nuestra vista desde los vertiginosos miradores de las ruinas, era admirablemente bello.
Los miradores de las dos casas estaban tan próximos, que por ellos se comunicaba doña Bárbara con su amiga, y un toquecito en los cristales era suficiente para establecer la correspondencia. Guillermina entraba en aquella casa como en la suya, sin etiqueta ni cumplimiento alguno.
En los miradores apenas cabían los ramilletes de señoras; clamaban a voz en grito las campanas y gritaba el pueblo, y se estrujaban hombres y mujeres contra las paredes, y los chiquillos trepaban por las rejas, y los soldados formados en dos filas pugnaban por dejar el paso franco a la comitiva. Todo el mundo quería ver, y no era posible que vieran todos.
Húndense las últimas casas de tus moriscos; desaparecen bajo la mano del embadurnador los bien labrados estucos de tus monumentos árabes; las columnas de marmol de tus alcázares rechazan ya los arcos festonados de tus misteriosas galerías; ¿cómo no corres á detener con tu mano la artesonada techumbre de tus antiguos salones, las fuentes que decoraban tus jardines, las murallas que sirvieron de escudo á tus guerreros, los voluptuosos patios en que soñaron tus sultanas, los encantados miradores en que distrajeron su melancolía las cautivas de tus reyes?
Palabra del Dia
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