United States or Tajikistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Hay, entre otros, un zapatero, que goza en este sentido de grande autoridad, de suerte que los poetas, después que concluyen sus composiciones, se las presentan para congraciarse su favor. Léenselas, y tienen que oir mil necedades del zapatero; y cuando se representan por vez primera, todos los espectadores fijan sus miradas en los ojos del pobre diablo.

Y los dos entraron en el salón, colocándose en primera fila. El ambiente, cerrado aún y caldeado por tantas respiraciones, era de una densidad asfixiante. Conchita los saludó con un gesto de cansancio. Doña Zobeida, al reparar en ellos, tuvo miradas de ternura. Muchas gracias, en nombre del buen padrecito. Para ella, esta misa era de mayores méritos que las anteriores.

Invenciones de poeta que los muchachos se tragan como unos bobos y quieren trasplantar a la vida, no comprendiendo que los que estamos en el secreto nos reímos de su necedad. Con que ya lo sabe usted; a ser formal, a no ponerse pesado con miradas tiernas y frases entrecortadas. Así seremos amigos y esta será su casa.

El ruido había disminuido bastante; gracias a esto se percibían los acordes de la charanga de hospicianos, que hasta entonces no había logrado hacerse escuchar. Los espectadores sacaban los relojes y dirigían miradas significativas a la presidencia.

Ese no es mi lugar. Entonces me miró muy azorado, y dijo meneando la cabeza: ¡Cáspita! La chiquilla es mordaz. Yo iba a replicar, pero papá entró. En la mesa no los perdí de vista, pero nada sospechoso hubo que observar; apenas si cambiaron algunas miradas.

Cruzáronse entonces las miradas de ambos; ella permaneció impasible, serena, y con voz que denotaba perfecta tranquilidad de ánimo, dijo a la niñera: Haga usted seña a Manolo para que arrime. Entre mirarla y oírla no le quedó duda a don Juan; y fue tal la impresión que le produjo ver confirmada su sospecha, que, parándose involuntariamente, murmuró: «¡Cristeta

De aquella presentación databa la antipatía manifiesta de Marenval por Harvey y, en el fondo, por todos los americanos, á quienes englobaba en el desdén que le inspiraba el ganadero. Cuando miss Maud pasaba delante de él, brusca, decidida y ruidosa, Marenval le dirigía miradas de conmiseración y tenía por incomprensible que nadie quisiera casarse con aquella marimacho.

iHubiera sido un sepulcro digno de Manfredo! mis huesos habrian descansado en paz bajo un monumento semejante, no hubieran quedado sembrados sobre las rocas, viles juguetes de los vientos, como van a serlo, despues que me haya precipitado... iA Dios bovedas celestes; que vuestras miradas no me reprendan mi accion, vosotras no estais hechas para mi! iTierra, yo te restituyo tus atomos!

Lo que se puede bien llamar juventud dorada del clero de la capital, tan envidiada por sus colegas de la montaña, que según ellos mismos se embrutecían a ojos vistas, la juventud dorada acudía sin falta todas las tardes de otoño y de invierno que hacía bueno al Espolón; iba lo que se llama reluciente; parecían diamantes negros, y sin que nadie tuviera nada que decir, presenciaban las idas y venidas de las jóvenes elegantes; y los que eran observadores podían notar las señales del amor, de la coquetería, en gestos, movimientos, risas, miradas y rubores.

Vimos al fin a los franceses tiroteándose con nuestros compañeros, con aquellos que habían pasado la barca durante la noche, y luchaban en un campo bajo, salpicado de espesos matorrales. En una loma, y como a dos tiros de fusil de aquel sitio, brillaba inmóvil e imponente una cosa que desde el primer momento atrajo nuestras miradas, infundiéndonos algún recelo.